Charles Jordan y la trata de blanca - Capítulo 1

sábado, diciembre 02, 2023 0 Comments A+ a-



 

CAPÍTULO 1

 

EL CAUTIVERIAO

 

Daniela y Valentina López, dos hermosas hermanas, morenas, de cabello color negro y ojos almendrados con la figura y los cuerpos que caracteriza a las mujeres de Cartagena de Indias en Colombia, se disponen hoy muy temprano a salir de su residencia ubicada en la calle de La Soledad en pleno centro histórico de Cartagena, en donde se pueden encontrar los edificios y casas más viejas de la ciudad que se caracterizan por preservar la arquitectura colonial, con sus colores llamativos y sus puertas y ventanales altos, con balcones decorados con plantas florales colgantes que exhiben sus colores y compiten entre sí, su gente alegre y bulliciosa que mientras caminan a lo largo de la calle se van saludando por su nombre.

   Daniela de 18 años y Valentina de 16, se dirigen a la parada de autobús para tomar uno que les llevará hasta la población de Pasacaballos.   Cuando llegan a la parada logran alcanzar un autobús que está por salir y lo abordan.  Las hermanas van muy contentas porque están logrando un buen tiempo de viaje pero aún les falta.   Durante el trayecto, que duró algo más de una hora, conversaron sobre sus amigas que en este momento ya deberían estar esperándolas porque se fueron el día anterior.

 

   Al llegar a Pasacaballos, se bajan del autobús y se dirigen a tomar una moto taxi que las terminará de llevar hasta su destino en la Isla Barú.   Las hermanas López están acostumbradas a hacer este viaje y se conocen muy bien los horarios de los servicios así que no tienen mucho problema.

 

   Media hora después han llegado a Playa Blanca en la Isla de Barú y empiezan a buscar a sus amigas.  Dan un recorrido por la playa pero no logran ubicarlas y como venían a la playa no trajeron sus teléfonos por el problema del salitre y la arena.  Luego de varios intentos fallidos por localizar a sus amigas deciden ubicarse en un sitio y disfrutar de la playa hasta que sea hora de regresar.

 

   Como suele ocurrir siempre, mientras toman un poco de sol se les acercan un par de jóvenes que dicen ser turistas y estar hospedados en un hotel de la ciudad y le plantean conversación.

 

—Hola, podemos acompañarlas —pregunta uno de los jóvenes.

—No lo creo —responde Daniela.

—Me llamo Raúl y él es José —se presentan los jóvenes.

—Mucho gusto, yo soy Daniela y ella es mi hermana Valentina.

—Perfecto, ¿Podemos invitarlas a tomar algo? —pregunta Raúl.

 

   Al principio las chicas no estaban muy complacidas por la presencia de los jóvenes pero con su carisma y ofreciéndoles algunas bebidas logran hacer que los acepten y terminan por sentarse en la arena junto a ellas.

 

   Para la hora del medio día o un poco más, los cuatro jóvenes ya parecían haberse hecho amigos y disfrutaban juntos del agua salada y el sol.  Al llegar las cuatro de la tarde las chicas deciden emprender el regreso y los jóvenes insisten en que se queden un poco más,  ellas no aceptan porque saben que deben hacer un largo viaje de regreso y se les puede hacer tarde así que recogen sus cosas y se despiden.

 

   Cuando las dos hermanas  llegan a la parada de las moto taxi no encuentran ninguna y el operador del servicio les dice que la última se había ido hacia unos minutos pero que quizás llegaba otra en cualquier momento.   Las chicas se quedaron esperando por casi una hora y no llegó ninguna moto taxi.   Justo en ese momento pasan frente a la parada los jóvenes que conocieron en la playa conduciendo un Jeep CJ7 de color rojo sin techo y se detienen.

 

   Los jóvenes les ofrecen llevarlas hasta la ciudad sin problemas ya que ellos se dirigen hacia allá para regresar a su hotel.   Las chicas luego de mucho dudarlo deciden subir al Jeep y los jóvenes emprenden el viaje.   Tan pronto salen a la carretera, uno de los jóvenes le ofrece unas bebidas que compraron a la salida de Playa Blanca y las chicas las aceptan y la van tomando a medida que el viaje avanza.   Cuando van aproximadamente por la mitad del trayecto, específicamente después de haber pasada la población de Pasacaballos, las dos chicas empiezan a sentirse mareadas y le piden a los jóvenes que se detengan pero estos hacen caso omiso de su pedimento y toman rumbo a Santa Marta.

 

   Algo más de dos horas después, han llegado a un sitio en las afueras de Santa Marta y las chicas continúan dormidas.   En ese sitio los esperan dos extranjeros a los que los jóvenes les entregan las chicas.

 

—Hola Nick, allí tienen a dos nenas lindas y una es menor —dice uno de los jóvenes.

—Muy buena mercancía, seguramente es una virgen —dice Nick al tiempo que le entrega un sobre a uno de los jóvenes y este lo abre para revisarlo.   Está lleno de billetes de 100 dólares.

 

—Perfecto, un gusto hacer negocios con ustedes —dice el joven.

—Ahora váyanse rápido —dice Nick.

 

   Los jóvenes se montan en el Jeep y se van con rumbo a Cartagena dejando a las chicas en manos de los extraños.

 

   Al día siguiente cuando las jóvenes se despiertan se dan cuenta que están amarradas y se encuentran en una habitación junto a otras chicas en su misma condición.   Por la desesperación de verse en esas condiciones ambas empiezan a gritar pidiendo ayuda y al poco tiempo entra en la habitación un hombre y dirigiéndose rápidamente a Daniela le da un golpe en la cara tan fuerte que hace que se desmaye y de inmediato le dice a Valentina:

 

—Si no te cayas te haré lo mismo a ti.

 

   Esto hace que Valentina deje de gritar y se acerque a su hermana Daniela para ver cómo está y llamándola en voz baja mientras trata de darle empujoncitos con el hombro para que se despierte.

   Una media hora después, Daniela se despierta y Valentina le pregunta:

 

—Daniela, ¿Cómo estás?

—Estoy bien, pero me duele mucho la cara.

 

   Mirando a las otras chicas, todas amarradas y que no hacen ningún ruido intentan hablar con ellas y averiguar en donde se encuentran.

 

—¿Quiénes son ustedes? —pregunta Daniela.

—Somos jóvenes de Cartagena que hemos sido secuestradas y vendidas a estos hombres —dice una de las chicas.

—¿Vendidas? Pero ¿Qué quieren de nosotras? —pregunta Daniela.

—Nos van a trasladar a otro sitio para ponernos a trabajar como esclavas.

—Pero nosotras tenemos familia.

—¿Y qué crees? Ninguna de nosotras es huérfana.

 

   Así pasan dos días, encerradas y amarradas, sin poder pedir ayuda hasta que a la media noche entra uno de los extraños a la habitación y les dice que se levanten que ya se van.   Todas obedecen sin discutir y entre los dos extraños las sacan en fila y las llevan a un pequeño muelle en donde las obligan a subir a una lancha.   Esa lancha las lleva mar adentro y luego amarran la lancha a un lado de un gran barco pequero y las obligan a abordarlo.  Dentro del barco las llevan a todas inmediatamente a la parte de abajo que sirve de almacén y las encierran.   Allí permanecen por un largo tiempo mientras el barco zarpa y navega sin que ellas sepan el rumbo.

 

   Al día siguiente, también a media noche, los extraños hacen que las chicas desembarquen y las llevan a una choza en donde deberán esperan la llegada de otro barco que las llevará a su destino final.

 

   A media noche del día siguiente, las chicas escuchan voces que comentan que se encuentran en Jamaica en una zona llamada Costa Oeste y que el barco que esperaban está llegando.   Unas tres horas más tarde, el barco ha llegado y las chicas son rápidamente trasladadas a la bodega del barco y amarradas.   El barco zarpa de inmediato y toma rumbo desconocido para las chicas.

 

   Después de día y medio de navegación el barco se detiene pero no hacen que las chicas desembarquen sino hasta que se hace la media noche y las hacen subir a un camión tipo conteiner que las traslada hasta una cabaña en medio de un horrible sitio y en donde al bajarlas les advierten a todas que si intentan escapar sufrirían la suerte de ser comidas por los cocodrilos o las enormes serpientes que habitan en ese lugar.

 

   Las chicas son dejadas libres en esta ocasión para que puedan lavarse y asearse pero siempre bajo la vigilancia de unos hombres armados que las miran de una forma como que se las quieren comer.

 

   La situación de las chicas es tan precaria en ese sitio que la primera comida que les dieron fue de carne de cocodrilo que uno de los hombres mató y desolló en presencia de ellas, quizás para demostrarles que lo que les advirtieron al llegar era verdad.

 

   En ese sitio abundaban las cabezas de cocodrilo en lo que se pudiera llamar el patio de la cabaña y una enorme cantidad de pieles de serpiente secándose al sol.   Todo esto hacia que las chicas se mantuvieran tranquilas y alejaran de su mente cualquier intento de escapar.

 

   Allí estuvieron poco más de dos semanas hasta que llegaron dos camiones pequeños tipo cava y ordenaron a las chicas dividirse en dos grupos y cada grupo subir a uno de los camiones.   Daniela y Valentina no se separaban para nada y por eso se subieron juntas al mismo.   Los camiones arrancaron y se mantuvieron juntos, uno detrás del otro por un rato hasta que al salir a una especie de autopista se separaron y cada uno tomo un rumbo distinto.

 

   El camión que llevaba a Daniela y Valentina se dirigió a una mansión a la que entró luego de tocar la bocina y que se podía ver que estaba custodiada por hombres armados.   Se detuvo frente a la mansión y ordenaron a las chicas bajarse y formarse una al lado de la otra.    Una mujer llegó a verlas y las revisó una por una deteniéndose frente a Valentina.

 

—¿Qué edad tiene muchacha? —preguntó la mujer.

—Tengo 16 —respondió Valentina.

—¿Y ya has estado con un hombre?

—No señora.

—Por fin, algo de valor —dice la mujer haciendo un gesto con sus manos como el de una mosca.

—Son diez señora, si no me necesita me marcho —dice el chofer del camión.

 

   La mujer le hace un ademan con la mano en señal de que se puede ir y de inmediato se dirige a las chicas.

 

—Yo soy la señora de esta casa y me llamo Beatriz, aquí no les va a faltar nada pero tendrán que trabajar todos los días a menos que estén enfermas.  Serán tratadas como unas reinas si se portan bien y hacen lo que se les pida de lo contrario recibirán un castigo.

 

   La mujer ordena a las chicas que la sigan e ingresen a la casa.  Las guía por unos grandes salones y suben unas escaleras hasta llegar a un largo pasillo que tiene una serie de habitaciones a ambos lados, en donde van ingresando a cada una de las chicas en una habitación.  Como Daniela tiene abrazada a Valentina las ubican juntas en una habitación y luego todas las puertas son cerradas por fuera.

 

   Ha pasado un día entero y se acerca la noche cuando se escucha que abren la puerta de la habitación y entra Beatriz.

 

—Debes prepararte para trabajar en poco tiempo llegaran los clientes —le dice Beatriz a Daniela.

 

   Un poco más de una hora después vuelve a entrar Beatriz y le dice a Valentina que le siga.  Abre la puerta de la habitación de enfrente y la encierra en ella.   Regresa con Daniela y le advierte:

 

—Prepárate ya viene tu primer cliente, espero lo sepas atender.

 

   La chica no sabe a qué se refiere Beatriz con lo que dijo y los nervios la tienen casi paralizada.   Al poco rato Beatriz regresa y le dice a Daniela:

 

—Bien, aquí está tu primer cliente, haz bien tu trabajo.

 

   Entra un hombre a la habitación y Beatriz sale y cierra la puerta.   El hombre se acerca a Daniela e intenta besarla pero ella corre y se coloca en el rincón de la habitación muy nerviosa.   El hombre viendo que la chica no acepta sus demostraciones de amor se acerca y la toma violentamente por el cabello y la tira sobre la cama pero como Daniela forcejea tratando de liberarse, el hombre aplica la fuerza bruta y la golpea varias veces hasta lograr vencer la resistencia de la chica y luego tira de la ropa de mala manera hasta hacerla tiras y lograr dejar el cuerpo de la Daniela completamente al descubierto para luego poseerla por la fuerza.

 

   En la otra habitación Valentina escucha los golpes y los gritos de su hermana y no sabe que está pasando y preocupada solo se deja caer en el piso llorando de impotencia.

 

   Al cabo de unas dos horas entra Beatriz en la habitación donde se encontraba Valentina y le dice que vaya a hacerse cargo de su hermana.   Cuando llega donde está Daniela, la encuentra tirada en la cama, desnuda, muy golpeada y sangrando por la boca y la nariz.   Beatriz le deja una charola con agua y unas toallas y le dice:

 

—Hazte cargo de ella y que aprenda la lección, aquí si no quieres con un cliente te va a ir muy mal.

 

   Durante los tres días siguientes Valentina cuidó de su hermana Daniela hasta que se empezó a sentir mejor.   Al final de ese día Beatriz entró a la habitación.

—Las vacaciones se te acabaron, esta noche debes trabajar y si no atiendes bien a los clientes te podría volver a pasar algo parecido.

 

   Esa noche Beatriz volvió a llevar a Valentina a la habitación de enfrente y la encerró.   A Daniela le advirtió que en unos minutos le traería un cliente y que esperaba se portara bien con él.

 

   Unos minutos más tarde se abre la puerta de la habitación y Beatriz hace entrar a un hombre y le dice:

 

—Bueno ya sabes el procedimiento.

 

   Beatriz se retira y cierra la puerta.  En la otra habitación Valentina preocupada pone la oreja en la puerta para trata de oír algo, pero esta vez no escucha gritos ni golpes, por eso se pone más nerviosa.   Transcurre la noche y Beatriz no fue a sacarla de la habitación si no ya entrada la madrugada cuando casi salía el sol y la dejó ir a la habitación de su hermana.   Al entrar vio a Daniela dormida y se acerca con cuidado a revisarla.   Se da cuenta que está desnuda y arropada pero no tiene golpes y decide acostarse a su lado.

 

   Cuando Daniela despierta, encuentra a Valentina sentada en la cama que le pregunta que ocurrió en la noche y ella le cuenta con los ojos llenos de lágrimas que la obligaron a tener sexo con seis hombres distintos durante toda la noche.

 

   Por la tarde, un poco más calmadas, las chicas escuchan que un hombre habla con Beatriz en el pasillo de las habitaciones y este le dice que logró vender a la menor por mucho dinero y que el cliente vendrá por ella en dos días.   Esto las pone en alerta y muy preocupadas.

 

—Debemos escapar de aquí —dice Daniela en voz baja.

—Pero ¿Cómo?, estamos encerradas y la casa está vigilada por hombre armados.

—Tenemos que hacer lo posible por escapar, no importa lo que pase, prefiero morir intentándolo que quedarme aquí como esclava sexual.

 

   Al día siguiente en la madrugada, ambas se dirigen al baño y logran abrir una pequeña ventana y Valentina logra salir primero pero cuando Daniela va a pasar a través de ella entra una de las otras chicas y ve que Daniela está intentando escapar y corriendo hacia el pasillo da la voz de alarma y de inmediato uno de los hombres llega y evita que Daniela salga por la ventana.

 

   Del lado de afuera de la mansión Valentina escucha lo que está ocurriendo y decide salir corriendo escondida entre las sombras hasta alcanzar la calle y luego sigue sin rumbo caminando y corriendo hasta lograr llegar a una estación de servicio en donde se encuentran varios camiones de carga estacionados y ella se oculta en la parte de atrás de uno de ellos.

 

   Por la mañana, Valentina siente que el camión se puso en marcha y decide permanecer oculta el mayor tiempo posible hasta lograr alejarse del sitio y ponerse a salvo para buscar ayuda.

 

   El camión se dirige por la autopista hasta llegar a un sitio en donde se detiene y el chofer se baja y poco tiempo después, unos hombres uniformados abren la puerta de la cabina de carga y sorprendidos por encontrar a la chica dentro del camión la detienen y la amenazan con llamar a la policía.

 

   Valentina es conducida a las oficinas del almacén y una vez adentro la obligan a sentarse en una silla mientras deciden qué hacer con ella.    El gerente de la empresa no quiere hacerse responsable de ese problema y le dice a la secretaria que llame al dueño para que se apersone en el sitio y el personalmente decida qué hacer con la chica polizón.


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