Desaparecido - Capítulo 1

sábado, diciembre 02, 2023 0 Comments A+ a-



 

CAPÍTULO 1

 

AL HAMMADI

  

Una delegación de las Naciones Unidas, visita el hospital Saudí Al Salam en Sadah, provincia al noroeste de Yemen.  La comisión investiga el funcionamiento de un plan de vacunación infantil conta el polio, se encuentra dirigida por las doctoras españolas, Magali Ferrari y  Anahí Conti.  Ninguna de las dos habla árabe y han solicitado la colaboración de dos intérpretes de la zona para facilitar su trabajo.  Las autoridades a cargo del plan les han asignado a Lubna  y a Rania Al Hammadi.  Ambas mujeres son de origen yemení, pero hablan español perfectamente por haber trabajado en otras ocasiones con representantes de las Naciones Unidas de habla hispana y lo perfeccionaron en el hospital Al Salam, en donde se encuentran trabajando varios médicos de la organización mundial Médicos sin Fronteras a los que permanentemente les sirven de intérpretes con los pacientes.

 

En esta oportunidad, la comisión ha querido expandir sus trabajos hacia algunas aldeas fuera de la ciudad de donde le han llegado comentarios de la realización de las llamadas bodas infantiles y contra las que desde hace algunos años critican con mucha fuerza todos los miembros de las Naciones Unidas.

 

Hoy, la delegación de las Naciones Unidas, se ha dirigido hacia el sur, a visitar las regiones de Goraz y Alabdeen, en dos vehículos rústicos de la ONU, identificados con su logo y custodiados por unas patrullas del ejercito yemení que tienen como labor resguardar la integridad de las representantes ante cualquier situación irregular que pudiera ocurrir.

 

En la actualidad Yemen se encuentra sumergido en un conflicto armado que parece no tener solución y que ha terminado dividiendo al país en dos regiones políticamente enfrentadas, la región occidental que equivale a un tercio del área del país, en donde se encuentra la capital Sanaa, y que permanece en manos del gobierno legítimo; y la otra parte, centro y oriente del país en manos de una coalición armada patrocinada por Arabía Saudita y los rebeldes hutíes.  Aunque actualmente el conflicto ha llegado a un punto de enfriamiento, muchas regiones y aldeas de Yemen, permanecen aún bajo el control de los grupos armados rebeldes.

 

En Goraz, Lubna Al Hammadi es muy conocida pues acostumbra visitarlos con regularidad para realizar los censos de necesidades que le exigen en el hospital como medida de preparación previa a los operativos de salud que con frecuencia realizan los equipos médicos.

 

Lubna Al Hammadi es una mujer de creencias cristianas perteneciente a una de las tribus minoritarias de Yemen que se casó con Yasser Al Hammadi, hermano de Rania, quienes se convirtieron al cristianismo luego de perder a toda su familia en medio de un conflicto tribal por cuestiones religiosas.

 

Yasser luego de casarse con Lubna, fue obligado a divorciarse de ella por orden de su familia, pero prefirió abandonarlos y huir de su aldea llevándose con él a su hermana para evitar que pudieran en algún momento obligarla a casarse con alguien desconocido como es la costumbre que él categóricamente rechaza.

 

Hasta ahora, todo ha marchado bien para la familia Al Hammadi, que se ha residenciado en Sadah desde hace varios años y ahora Lubna y Yasser han logrado tener una hija de nombre Yamila, a la que esperan también criar bajo las creencias cristianas.

 

Lubna y Rania acostumbran vestir las togas tradicionales impuestas por las autoridades yemeníes y que no permiten dejar ver más que los ojos de la mujer.  Ambas mujeres durante sus conversaciones comentan lo envidiosas que se sienten de las extranjeras que llegan enviadas por la ONU y que no son obligadas a vestir las prendas tradicionales y pueden lucir sus rostros con toda normalidad.

 

Rania por su parte lamenta no haber podido estudiar y no ser alguien importante o una doctora como lo son las doctoras Ferrari y  Conti, a quienes acompaña en la actualidad.

 

Mientras se encuentran en una de las aldeas cercanas a Alabdeen, Lubna es reconocida como cristiana por una de las mujeres a las que se le prestaba atención y de inmediato se desarrolló una situación de rechazo que debió ser contenida por los militares que acompañaban a la delegación.

 

Rápidamente se vieron obligados a abandonar el lugar y regresar a Sadah en donde las autoridades de la ONU a cargo de la delegación de salud, le comunicó a Lubna y a Rania que no podían seguir trabajando para ellos por poner en riesgo la vida de los miembros de las delegaciones.  Esto trajo como consecuencia que de inmediato se diera a conocer la creencias de ambas mujeres y empezaran un acoso en su contra que ameritó que no pudieran salir de su casa como acostumbraban por temor a ser apedreadas por una turba en las calles.

 

Un día, mientras Lubna se encontraba haciendo unas compras muy cerca de su casa fue detenida por una comisión de la policía de la moral que la llevó con ellos hasta uno de sus cuarteles en donde fue presentada ante uno de los comandantes alegando se encontraba sola en las calles y no llevaba el niqab bien colocado.  De inmediato, en vista de los alegatos de los agentes de la moral y haciendo caso omiso a las quejas de Lubna, el coronel ordenó fuera castigada en público.

 

Lubna fue llevada a uno de los sitios más concurridos de Sadah, en donde luego de ser colocada de rodillas en medio de la calle, uno de los agentes invitó a observar cómo se realizaba el castigo a una infiel que según ellos había violado el código de vestimenta impuesto por las autoridades islámicas.

 

Lubna fue castigada por uno de los agentes, golpeándola sin piedad con una vara de madera hasta dejarla tendida sin sentido en medio de la calle de donde luego fue arrastrada sin piedad a un lado y dejada allí a su suerte.

 

Mientras permaneció inconsciente en ese sitio, Lubna fue golpeada con los pies de los hombres que transitaban por ese sitio en señal de desprecio.  Mucho después, cuando Lubna logra recobrar el conocimiento, intenta ponerse de pie y caminar hasta su casa en donde su esposo Yasser y Rania la esperaban muy preocupados por ignorar lo que le había ocurrido.

 

Al verla llegar en esas condiciones de maltrato, de inmediato la acostaron en su cama e intentaron darle ayuda, pero los golpes fueron tan contundentes que le causaron muchos daños internos y luego de padecer las consecuencias de la golpiza, terminó por fallecer un día durante la madrugada.

 

Yasser y Rania, luego de la muerte de Lubna tuvieron muchos inconvenientes para enterrar su cuerpo, pues las autoridades no le daban permiso para usar los terrenos destinados a los creyentes del islam.  Yasser tuvo que pagar mucho dinero para que lo dejaran enterrarla en un lugar alejado del cementerio y sin servicio.

 

En vista de lo ocurrido, Yasser temiendo le pudiera ocurrir lo mismo a su hermana en cualquier momento decidió vender todo lo que tenían y mudarse a la capital, pero allí le fue imposible encontrar trabajo y mucho menos que alguien, sabiendo que eran cristianos, le alquilara un sitio para vivir.

 

Sin poder aguantar mucho más y viendo mermados sus recursos económicos, Yasser como responsable de su familia decide seguir hacia el sur y así llegan a Al Mukalla, una ciudad al sur de Yemen ubicada en las costas del Mar de Arabia.

 

Como a Yasser ya no le queda mucho dinero, decide buscar oportunidades en los suburbios de la ciudad hacia la zona pesquera.  Allí se consigue con que la situación no es muy diferente al resto de las ciudades visitadas y por ser cristianos son despreciados y muy mal tratados.

 

Ya casi vencido y sin tener ninguna otra idea y contando con muy pocos recursos económicos, Yasser decide abordar un barco que los lleve hasta la isla de Socotra en donde escuchó que había oportunidades y siendo una isla, pensó sería más fácil mantenerse el y el resto de su pequeña familia.

 

Luego de una larga travesía en barco, Yasser y su familia logran desembarcar en Muri, uno de los pueblos más desarrollados de la isla, pero que mantiene firmemente las creencias y actitudes religiosas de tierra firme, impidiendo que cualquier extraño pueda establecerse en ella y perturbar el equilibrio religioso imperante.  Por eso Yasser decide continuar su periplo y alejarse de los pueblos desarrollados y seguir hacia el sur de la isla en donde se encuentran algunas aldeas de pescadores y no tienen mucha comunicación con tierra firme o con el desarrollo.

 

Es así como Yasser y su familia llegan a Bidholeh, una aldea ubicada en la costa sur de la isla frente al Océano Índico, en donde deberán hacer lo posible por que termine su calvario, pues ya no les queda dinero ni para comer.

 

Justo en este momento, cuando Yasser y su familia tienen poco más de un día de haber llegado y se encuentran en situación de desamparo en la costa de Bidholeh, la pequeña Yamila llora por hambre, pues no ha podido comer nada desde que llegaron a la isla.  Un anciano que ha estado observándolos desde que llegaron al sitio el día anterior, decide acercarse a ellos.

 

—Hola, me llamo Naji Saadi, he visto que la pequeña llora desde hace un buen rato —comenta el anciano—. ¿Le ocurre algo?

—Se encuentra bien señor, es solo que no hemos comido nada desde ayer cuando llegamos —explica Yasser.

—Es muy lamentable. ¿Me permitiría que los ayudara?

—¿Ayudarnos? ¿Por qué querría usted ayudar a una familia extraña? —pregunta Yasser.

—No me cuesta nada hacerlo, además no puedo permitir que la pequeña siga llorando por hambre.

—Señor es usted muy amable. De verdad se lo agradeceríamos mucho —alcanza a decir Rania que no había dicho una palabra hasta ahora.

—Muy bien, entonces iré al mercado un momento y compraré algunas cosas y regresaré —promete el anciano Naji.

 

Luego de que el anciano se alejara hacia el centro del pueblo para hacer lo que dijo, Yasser recrimina a Rania por haber aceptado la ayuda del extraño y ponerlos a todos en peligro.

 

—Vamos hermano, no podemos dejar que Yamila siga llorando por el hambre, además ya no tenemos dinero —expone Rania.

—Está bien, tienes razón, solo esperemos que el anciano regrese solo y no acompañado de una turba que quiera lincharnos —murmura Yasser.

 

Pocos minutos después, el anciano regresa con una botella de leche y unas bolsas en donde trae algunos alimentos para que Yasser y Rania puedan comer.

 

—Tengan esto, fue lo único que logré conseguir a esta hora, espero logren calmar un poco el hambre de la niña —expresa el anciano Naji.

—Muchas gracias —dice Rania que toma las bolsas de la mano del anciano.

—No me han dicho sus nombres aun —comenta Naji.

—Tiene razón, yo soy Yasser, ella es mi hermana Rania y la pequeña es mi hija Yamila —presenta Yasser.

—Muy bien, pero ¿a qué se debe que estén en estas condiciones? —pregunta Naji.

—Es muy difícil de explicar —dice Rania.

—Bueno, tenemos algo de tiempo, me gustaría escuchar su historia.

 

Rania y Yasser se turnan para contar todo lo que han vivido desde que abandonaron el hogar de sus padres incluyendo la forma tan cruel como murió Lubna a manos de la policía de la moral.

 

—Es muy lamentable todo loque me cuentan, las cosas no deberías ser de ese modo para nadie —expresa Naji.

—Pero así son señor Naji —asegura Rania.

—Me gustaría poder ayudarlos, se nota que son buenas personas que han tenido muy mala suerte.

—¡Oh! no se preocupe señor Naji, no queremos causarle ningún problema, ya ha sido muy amable con nosotros —expresa Yasser.

—Miren, por lo que me han contado, deduzco que ustedes no son musulmanes y dejarlos aquí solos es promover su muerte y no podría vivir con eso en mi corazón —comenta Naji.

—¿A qué se refiere señor Naji? —pregunta Rania.

—Se vendrán conmigo a Samhah, allá estarán a salvo siempre que sepan ocultar sus creencias y acepten vivir como si fueran musulmanes —expone Naji.

—¿Irnos con usted a Samah? —pregunta Yasser.

—Así es, en Samhah vivirán en mi casa y me ayudarán con las tareas diarias y les garantizo que nadie se meterá con ustedes —propone Naji.

 

Yasser y Rania se miran a los ojos, como preguntándose el uno al otro si sería buena idea aceptar la propuesta del extraño.

 

—Está bien señor Naji, aceptamos ir con usted —expresa con decisión Yasser.

—Perfecto, partiremos tan pronto terminen de comer para evitar que nos tome la oscuridad durante el viaje.

 

Muy entusiasmado Yasser y Rania terminan de comer y junto a la pequeña Yamila que se ha quedado dormida, abordan el barco del señor Naji, que va repleto de sacos de verduras y hortalizas.

 

Unas tres horas más tarde, han llegado a una pequeña bahía ubicada en la parte noroccidental de la isla de Samhah, que es la única forma en que se puede llegar a tierra ya que el resto de las costas está lleno de arrecifes con grandes y filosas rocas que pudieran romper los cascos de los botes al ser golpeados por las fuertes olas que vienen del océano.

 

Luego de anclar y amarrar correctamente el bote a la arena, Naji pide la ayuda de Yasser para descargar los sacos que trajo y llevarlos a la casa.

 

Mientras Yasser carga todos los sacos de uno en uno hasta la casa, es visto con recelo por los residentes de la aldea, a quienes no les gusta que extraños lleguen a ella.

 

Sin perder tiempo, para no dar pie a que continúen los comentarios en contra de sus amigos, el señor Naji se dirigió a la casa del señor Mahmoud Al Jalasi, el imam de la isla y le comunicó la presencia de Yasser y Rania para que él personalmente lo hiciera del conocimiento del resto de los residentes.

 

El señor Naji, por ser el más antiguo de los residentes de la aldea, es considerado como la máxima autoridad de la isla y todo lo relacionado con la continuidad y el equilibrio le es consultado.  Su casa se encuentra ubicada al final de la única vereda que tiene la aldea y a cuyos lados se ubican todas las casas.  Vive solo y no tiene familia, por eso ha decidido recibir sin problemas a la familia de Yasser y adoptarla como suya.

 

Rápidamente Yasser se ha hecho con los trabajos de mantenimiento de la casa y con frecuencia acompaña a Naji a hacer las compras necesarias en Socotra.

 

Por su parte, Rania se ha adaptado a la forma de vida de las mujeres de la aldea y se comporta tal como una de ellas, ocultando muy bien ante todos sus verdaderas creencias religiosas como le pidió el señor Naji.

 

El día de hoy, desde muy temprano, el mar se encuentra embravecido y muchos de los pescadores no han querido arriesgar sus vidas, prefiriendo permanecer a salvo en la isla, pero los vecinos Ibrahim y su hermano Adel, han decidido arriesgarse y dirigirse al océano. 

 

Todos los pescadores acostumbran salir muy temprano en la mañana y regresar después del mediodía, pero hoy  cuando van a ser más de media tarde, la señora Amal, la esposa de Ibrahim, se encuentra muy preocupada por la tardanza de su esposo y el hecho de que todos los pescadores se encuentran a salvo en la isla.

 

La señora Amal ha ido a la casa del señor Naji en busca de ayuda, pero este se ha negado a salir pues el mal tiempo continúa y ya casi oscurece.  La desesperación de la pobre mujer es tanta que el señor Naji le ha propuesto que pase la noche en su casa, prometiéndole que saldrá a buscarlos muy temprano en la mañana y que convocara de ser necesario a otros pescadores para que colaboren en la búsqueda.

 

La noche en casa de Naji ha sido muy difícil teniendo en ella a la señora Amal y a su hija que han pasado todo el tiempo invocando a Dios y pidiendo por su esposo y su cuñado.

 

A la mañana siguiente, tal como prometió, el señor Naji y Yasser han salido desde muy temprano a revisar la costa sur de la isla, pero no han conseguido nada.  Cuando ya casi es mediodía, Yasser le pide a Naji, revisar los acantilados para comprobar que no se hayan quedado varados entre las rocas por la tormenta y así lo hacen, pero al acercarse a un área de los acantilados, Naji logra divisar sobre una de rocas, el cuerpo de Ibrahim, al que es imposible llegarle con el bote y por eso Yasser decide lanzarse al agua y nadar entre las rocas hasta lograr alcanzarlo para darse cuenta de que se encuentra sin vida.  Aun así, lo lleva hasta el bote a donde lo sube.

 

—Es muy lamentable esto, Amal sufrirá mucho —dice Naji.

—Tenemos que tratar de encontrar a su hermano —comenta Yasser.

—La corriente debe haberlo arrastrado hacia el este —expresa Naji que de inmediato gira el bote hacia esa zona que no habían revisado.

 

Un poco más tarde ambos hombres logran divisar los restos destrozados de la proa del bote de Ibrahim y se acercan a ella para revisar.  Luego de colocarse junto a los restos, Yasser aborda lo poco que queda de ella y dentro sumergido bajo las aguas que la inundan, encuentra al joven hermano de Ibrahim.

 

Para Naji ha sido muy duro haber tenido que rescatar dos cadáveres de vecinos con los que había compartido durante tanto tiempo y ahora tener que entregárselos a la pobre Amal.

 

—Esto será un gran problema para Amal —comenta Naji.

—Lo imagino, señor —dice Yasser.

—No, tú no tienes idea Yasser, las costumbres dictan que los bienes del esposo pertenecen a su  familia directa y eso la dejará en completo abandono junto a su hija.

—Pero, ¿el señor Ibrahim tenía más familia?

—Tiene a Mona, una hermana mayor que estoy seguro no perdonará a Amal y querrá quitarles todo lo que tengan.

—Pero señor, eso es inhumano.

—Tienes razón, pero esas son nuestras costumbres.

—Debe haber algo que usted pueda hacer, usted es la autoridad de la isla, debe evitar que algo como eso ocurra —propone Yasser.

—No estoy seguro que Mona quiera escuchar mis planteamientos.

—Pues entonces oblíguela, de qué sirve tener la autoridad si no se utiliza para hacer las cosas correctas.

—Yasser, sabía que no me había equivocado al traerte conmigo a la isla, eres un hombre de buen corazón —expresa Naji.

—Siempre le estaré agradecido señor Naji.

 

La noticia para Amal, tal como presumía Naji, fue muy dura y saberse sola y desampara a partir de ese momento le causó mucho estrés. Luego de los actos fúnebres oficiados por el imam de la isla, el señor Mahmoud Al Jalasi; Mona, la hermana de Ibrahim, se presentó a la casa de su hermano y obligó a salir de ella a Amal y a su hija que de inmediato corrieron a pedir ayuda a la casa de Naji que sin pensarlo mucho les ofreció quedarse hasta que el arreglara las cosas.

 

Al día siguiente, Naji se presentó en la casa de Mona para hablar con ella sobre lo ocurrido.

 

—Buenos días Mona —saluda Naji al llegar.

—Buenos días señor Naji.

—Mona, quiero pedirte que por favor reconsideres tus acciones del día de ayer y permitas que Amal y tu sobrina conserven la casa y las cosas que Ibrahim compró para ellas —pide Naji.

—Señor Naji, ¿cómo puede usted pedirme algo así? —replica Mona.

—Lo hago por mi querido amigo Ibrahim, a quien estoy seguro no le habría gustado ver a su familia abandonada a su suerte.

—Ellas ya no son su familia.

—Vamos Mona, debes ser una mejor creyente del islam.  Sabes que debemos dar ropa y abrigo al necesitado y dar comida al hambriento.  Como puedes negarte a devolver lo que le pertenece a sus legítimos dueños. Nada de eso te hace falta a ti.

 

El esposo de Mona, el señor Saeed, que había estado escuchando la conversación desde un principio, se acerca a ellos y poniéndole la mano en el hombro a su esposa le dice:

 

—Mujer, Naji tiene razón, no puedes dejar a la familia de tu hermano en el abandono. A ti no te hace falta nada de eso.

—Está bien, les dejaré todo lo que mi hermano les dio, pero no quiero que vengan a pedirme nada más —dice la mujer muy molesta.

 

Naji se despide y regresa para darle la buena noticia a Amal y a su hija que aún se encuentran en su casa.

 

Ya hace algún tiempo que Yasser y su familia llegaron a la isla en compañía del señor Naji que hoy ha amanecido con un fuerte dolor en el pecho.  El señor Naji fue diagnosticado hace un año con un problema cardíaco que según dijeron los médicos terminaría por ocasionarle la muerte y por eso ha mandado llamar con Yasser al imam y al señor Azhar Alhani que es el segundo más antiguo en la aldea.

 

Poco tiempo tarda Yasser en regresar con ambos hombres con los que Naji pide hablar en privado con ellos y obligan a salir a Yasser que junto a Rania se encuentra muy preocupado, pues le ha llegado a tomar mucho cariño al anciano que les ayudó cuando más lo necesitaban sin esperar nada a cambio y los ha protegido en la isla como si fueran familia.

 

Luego de terminar la conversación, los dos hombres se retiran de la casa de Naji que deja entrar nuevamente a Yasser a su habitación.

 

—Yasser, no creo que dure mucho tiempo —dice Naji.

—No diga eso señor Naji.

—No amigo, ya estoy listo para dejar este mundo y reunirme con el creador.

—Por favor señor, no se agite, descanse.

—Espero haberte enseñado lo suficiente en todo este tiempo que hemos convivido, yo por mi parte he aprendido mucho de ti y te lo agradezco —expresa Naji ya con la voz entre cortada.

—No diga eso señor, que pude haberle enseñado yo.

 —Mucho Yasser, tú y tu hermana son muy buenas personas, por eso quiero dejarlos protegidos. He dado instrucciones para que todos mis bienes pasen a ser tuyos cuando yo muera.  El señor Azhar Alhani y el imam Mahmoud Al Jalasi están al tanto y una vez que me haya ido de este mundo, les dejarán quedarse en la isla y con todos mis bienes.

—Señor Naji, nosotros no necesitamos nada de eso, así estamos bien.

—No me entiendes Yasser, no quiero que Rania y Yamila vuelvan a quedar otra vez desamparadas como cuando los encontré.

 

La conversación continúa cada vez con mayor dificultad para hablar por parte del señor Naji, pero aun así lograba exponer sus puntos de vista y hacer que Yasser aceptara su ofrecimiento.

 

A la mañana siguiente el señor Naji amaneció tan mal que su respiración era muy lenta y a medida que avanzaba la mañana se fue poniendo peor hasta que al mediodía dejó de respirar por completo mientras apretaba la mano de Yasser que le hacía compañía para que no fuese a morir solo.

 

El entierro de Naji se hizo acorde a las costumbres de la isla, el señor Mahmoud Al Jalasi ofició la ceremonia y de inmediato fue enterrado en el cementerio ubicado en la zona nororiental de la isla, muy cerca de las tumbas de Ibrahim y su hermano.

 

Desde entonces, tal como lo dejó estipulado el señor Naji, Yasser se hizo con sus bienes y el señor Azhar le sustituyó en el cargo como máxima autoridad de la isla. 


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