Emilia - Capítulo 1
CAPÍTULO 1
UN DURO COMIENZO
Los Mesones, un pueblo netamente
agrícola, enclavado entre las montañas del oriente en donde más del 80% de la
actividad económica depende de la actividad agrícola de la región, donde se
produce una gran variedad de frutas y vegetales que surten las necesidades del
resto del país. Allí ha llegado una
joven huérfana que hasta hace poco tiempo estuvo a cargo del departamento de
protección al menor en donde logró terminó sus estudios de bachillerato y que
por haber cumplido la mayoría de edad, fue dejada a su propio cuidado. La joven Elena Flores, luego de mucho andar, ha
solicitado trabajo en una pequeña granja productora de fresas, en donde la
esposa del dueño le permitió quedarse a fin de que la ayudara en su tiempo
libre con las labores de la casa. Allí también trabaja el joven Ernesto Reyes,
encargado, junto a su padre del traslado de las cosechas recolectadas en sus
camiones, hasta las plantas regionales procesadoras y almacenes refrigerados.
La joven Elena ha estado trabajando en
la granja por dos años y el año pasado, durante una de las fiestas que
acostumbran realizar para celebrar el fin de la cosecha, logró entablar amistad
con el joven Ernesto, un joven fuerte y apuesto, de cabello negro liso y de
piel curtida por el sol, que la enamoró desde el primer momento y desde
entonces han sido pareja.
Después de un tiempo de noviazgo,
Ernesto le pidió matrimonio a Elena y le propuso que se fuera a vivir con él a
la casa de su familia. La joven luego de
pensarlo un tiempo y sabiendo que ella no tenía familia, se ilusionó con la
propuesta del joven y aceptó casarse con él.
Luego de algunos contratiempos, un par de meses más tarde logran
efectuar el matrimonio y como estaba previsto Elena se muda con Ernesto a la
casa de su familia.
Desde el mismo instante en que Elena
llegó a la casa de los Reyes la madre de Ernesto, la señora María, una mujer tosca,
posesiva, nacida y criada en el campo, no estuvo muy de acuerdo con la idea,
pues celaba demasiado a su único hijo y se dedicó a hacerle la vida imposible a
Elena por considerarla poco para su hijo.
Muy por el contrario, el señor Agustín, el padre de Ernesto, un hombre
muy amable y bondadoso la aceptó de buena manera y en cierta forma la protegía
de las agresiones que constantemente sufría de parte de la señora María.
Cuando Elena quedó en estado, la
situación con la señora María empeoró debido a que su embarazo resultó muy
problemático y debía guardar reposo, cosa de la que se quejaba la señora María
constantemente por tener que servirle.
Cuando Elena dio a luz a una niña, el
señor Agustín se puso muy contento mientras que la señora María nunca dio a
demostrar su felicidad por haberse hecho abuela ya que ella prefería que
hubiese sido un varón para según ella poder perpetuar la dinastía de los Reyes.
Durante los siguientes años la situación
de conflicto continuó en ascenso, a tal punto que la madre de Ernesto le
exigió, le pusiera a la niña el nombre de María, según ella por ser la primera
hija de su hijo y su primera nieta.
Luego de una gran discusión por los nombres entre Elena, Ernesto y su
madre, se convino ponerle el nombre de María Emilia.
Al cumplir los cuatro años, María Emilia
se había convertido en una niña muy bonita, de piel blanca, cabello castaño
claro y ojos marrones, que aparte de que era la única niña, era la consentida
de su abuelo Agustín y él no permitía que la reprendieran o le pegaran mientras
estaba presente. Por el contrario, la
señora María se dedicaba a regañarla por cualquier cosa y el tono de voz con el
que se dirigía a la niña provocaba que ella mantuviese una distancia y en
muchas ocasiones demostrará claramente el miedo que le tenía, a tal punto que
no le gustaba estar cerca ni quedarse sola con su abuela.
Debido al trato recibido en esa casa de
parte de la señora María y lo indiferente que era Ernesto a ello, Elena decidió
no volver a quedar en estado y se dedicó a cuidar de su única hija
En una ocasión el señor Agustín le
confesó a Elena que estaba enterado del mal trato que ella y su hija recibían
en esa casa y por eso, para ayudarla y protegerla de cualquier situación
extrema, había colocado todos sus ahorros a nombre de su nieta María Emilia y
que ella por ser su madre, estaba plenamente autorizada para hacer uso de ese
dinero en cualquier cosa que considerara necesaria.
Ese mismo año, durante la temporada de
cosecha, el señor Agustín enfermó de una gripe muy fuerte que se complicó a
causa de su fuerte vicio a los cigarrillos y le afectó gravemente los pulmones,
por eso debió pasar algún tiempo hospitalizado y mientras tanto nadie se hizo
cargo de su negocio. Luego de unos
meses, el banco avisó que se debía cancelar un préstamo que el señor Agustín
había solicitado hacia un tiempo y los pagos programados se habían vencido,
juntándose con los intereses.
Esa situación trajo como consecuencia la
pérdida de los camiones del señor Agustín y la consecuente venta de la casa de
la familia Reyes.
Poco tiempo después, el señor Agustín
falleció de una recaída complicada por el humo del cigarrillo que a pesar de
las sugerencias de los médicos nunca dejó.
Eso obligó a Ernesto a buscar trabajo en otro lado y por un amigo se
enteró que estaban instalando una fábrica de papel en la ciudad de Torrijos,
ubicada a unos 80 kilómetros de Los Mesones en el oriente del país. Se trata de
una ciudad moderna y bien desarrollada de forma horizontal, en donde son
comunes los edificios con un máximo de cinco pisos y que goza de un clima muy fresco. Gracias a sus abundantes áreas verdes,
existen muchas empresas establecidas en el área de la fabricación y producción
que ofrecen empleo a la gran mayoría de la población. Con mucho sacrificio y presionado por la
situación económica que atravesaban, Ernesto preparó un viaje para acudir a la
fábrica y aplicar por uno de los puestos.
Algunos días más tarde, Ernesto regresó
al pueblo muy complacido, con la sorpresa de que había conseguido un puesto de
supervisor, gracias a su experiencia en la empresa de transporte de su
padre. Eso los motivó y decidieron
mudarse a Torrijos en una casa vieja que alquiló Ernesto y que quedaba en uno
de los barrios pobres del centro de la ciudad.
Algunos meses más tarde, luego de la
mudanza y de que Ernesto empezara a trabajar en la fábrica de PANACO, y dada la
situación de hacinamiento en la que se encontraban, empezó a buscar una casa aprovechando
que la empresa estaba ofreciendo un financiamiento a los empleados para
adquirirlas en urbanizaciones de nueva construcción. En poco tiempo, Ernesto llenó los papeles,
completó los requisitos y logró recibir el beneficio de una casa en Altos de
Barano, una zona ubicada en las afueras de la ciudad, catalogada como una de
las zonas de clase media.
En muy poco tiempo, en la casa número
362 de la calle 4, se residenció la nueva familia Reyes, conformada por
Ernesto, Elena, la niña María Emilia y María, su abuela paterna.
Poco tiempo después, cuando ya la
situación económica había mejorado y el puesto de Ernesto en la Fábrica era de
supervisor en jefe, Elena decidió hacer uso del dinero que le dejó el señor
Agustín y comprar un local que estaban vendiendo en una zona comercial del
centro de la ciudad y con la ayuda de un crédito bancario que logró conseguir, logró
montar una papelería a la que llamó “Papelería Prisma” y que dada la ubicación,
se dio a conocer de inmediato, permitiéndole crecer en muy poco tiempo.
Cuando la señora María se enteró del
negocio que había iniciado Elena, de inmediato se opuso alegando que ella
estaba muy vieja para cuidar de una niña malcriada, situación que obligaba a
Elena a llevarse a la niña todos los días a la papelería. Esto le trajo a Elena un gran disgusto con su
esposo Ernesto que la acusó del abandono al que tenía sometida a su madre por
dejarla completamente sola todos los días.
La situación en casa de los Reyes cuando
estaban todos, era tan problemática, que la niña María Emilia, ya no quería que
la llamaran María y exigía le dijeran Emilia por la aversión que le había
tomado a su abuela María con la que no quería quedarse a solas.
Pocos meses después, la señora María
enfermó producto de un ACV que la dejó muy afectada de sus funciones,
provocando su hospitalización y que poco tiempo después mientras aún estaba en
el hospital, falleció de un paro respiratorio.
Era tanto el rechazo que la niña María
Emilia sentía por la señora María que cuando se enteró de su muerte no lloró ni
hizo ninguna pregunta al respecto. Desde
ese momento las cosas cambiaron un poco, pero los impases continuaron entre
Ernesto y Elena.
Ernesto había sido criado por su padre
con mucha flexibilidad y amor, pero su madre se había impuesto y quería que el
fuera un hombre muy recto e inflexible, así que de esa misma forma se
comportaba con María Emilia. Era un
padre que siempre estaba presente en la vida de su hija, pero al mismo tiempo
era tan firme en la crianza de la niña que terminaba por exigirle quizás más de
lo necesario.
A pesar de todo, no se puede decir que
Ernesto no quisiera a María Emilia; él veía por los ojos de ella, pero
pendiente de que no fallara en las clases y mientras ella lo hiciera bien, él
se sentía orgulloso y complacido.
Cuando María Emilia necesitó iniciar sus
estudios, lo hizo en la escuela, Nuestra Señora de la Caridad, una escuela
privada, relativamente grande, a la que asistían niños de todas partes de la
ciudad y que estaba dirigida por un grupo de monjas que se caracterizaban por
ser muy estrictas en la enseñanza y en la contratación del personal docente.
En esa escuela María Emilia conoció a
Zara Sandoval, una niña de su misma edad, un poco llenita y de cabello corto
negro, que, por cosas de la casualidad, resultó que vivía frente a su casa y
aun así nunca se habían visto.
Desde que María Emilia entró a la
escuela logró hacer que todas las maestras y sus amigos la empezaran a llamar solo
Emilia, tal como ella había querido siempre y poco a poco se fue olvidando su
primer nombre.
A causa de vivir, una frente a la otra y
ser compañeras de estudio, Zara y Emilia se hicieron muy buenas amigas.
Zara y Emilia, cursaron juntas todos los
años de la primaria. Aun cuando había
varias secciones de un mismo grado, siempre ellas dos quedaban en la misma
sección así que una gran parte del tiempo la pasaban juntas. Cuando no estaban en la escuela, estaban
juntas en la casa de alguna de las dos, jugando o haciendo sus deberes.
A causa de la amistad de las niñas, la
madre de Zara, la señora Mariana se hizo muy amiga de Elena y como con mucha frecuencia,
los padres de Zara necesitaban salir de viaje por motivos de trabajo, ella se
quedaba en la casa de Emilia hasta que regresaran. Esos días eran fantásticos para las niñas,
dormían juntas, comían juntas, iban a la escuela juntas y jugaban juntas. En ese tiempo, con frecuencia, ambas solían
decir que eran hermanas.
Durante los últimos años de la escuela,
algunos chicos por ser mayores y más grandes que Emilia, solían hacerle bromas
pesadas o en muchos casos golpearla, pero siempre Zara acudía en su ayuda y era
ella quien golpeaba a los chicos para proteger a su amiga.
Cuando salieron de primaria, los padres
de Zara la iban a inscribir en un liceo distinto al de Emilia y ella se negó a
que lo hicieran porque no quería separarse de su mejor amiga y sus padres
tuvieron que aceptar inscribirla junto a Emilia en el Liceo Fausto Rodríguez
para complacerla.
Al igual que en la primaria, por cosas
de suerte siempre tocaron en la misma sección en todos los años, cosa que a las
chicas les fascinaba porque podían seguir cultivando su gran amistad.
Zara y Emilia nunca discutieron por
nada, las pocas veces que por alguna razón tenían una diferencia, alguna de las
dos cedía a la otra para evitar que una pelea o discusión terminara por
separarlas.
Ahora cuando se inician en el último
año, por insistencia de Zara, Emilia ha hecho amistad con Paula Medina, una
chica rubia, de muy buen cuerpo, de carácter extrovertido y pensamiento
liberal, muy conocida por todos gracias a las grandes fiestas sin supervisión
de adultos que daba en su casa, a las que invitaba a todos para que asistieran.
Aunque Paula pertenecía a una clase
social más alta, era común verlas a las tres caminar juntas por los pasillos
del liceo o sentarse en las gradas de la cancha deportiva, rodeadas de chicos
que le hacían la corte a Paula y a los que ella ignoraba por no estar
interesada o considerarlos inferiores.
Ya Zara y Emilia tienen 17 años y
ninguna ha hecho referencia a que les atraiga alguno de los chicos con los que
estudian o cualquier otro de la ciudad.
Tampoco son perseguidas por los chicos a diferencia de Paula que quizás
por la ropa que acostumbra usar y el cuerpo que exhibe, siempre tiene a un
chico cerca de ella coqueteándole.
Las tres chicas, con frecuencia se
reúnen en casa de Zara para hacer los deberes del liceo y aprovechan para
planear alguna salida inocente al cine o a los centros comerciales. Es común que siempre queden para verse en
algún local de uno de los centros comerciales a los que siempre Zara y Emilia
terminan llegando juntas.
El padre de Emilia siempre le critica
que ande tanto con Paula, pues a él le parece una joven muy liberal y poco
vigilada por sus padres. Emilia siempre
se excusa aludiendo que son solo apariencias y que Paula es una buena chica que
tiene un carácter muy alegre y eso le ha dado la mala publicidad. La madre de Emilia, con frecuencia le pide
que tenga cuidado, no solo con Paula, si no con todo el mundo, que las personas
en realidad nunca son lo que aparentan; por su parte, el señor Ernesto, mucho
más estricto le ha exigido que abandone la amistad de Paula para evitar
problemas en el futuro, exigencia a la que Emilia ha hecho caso omiso.
La vida de los Reyes, desde siempre ha
sido muy simple, muy temprano en la mañana, todos salen de la casa, Ernesto se
dirige a su trabajo, Elena conduce hasta su negocio en el centro de la ciudad y
Emilia camina unas 8 cuadras hasta el liceo, algunas veces sola y la gran
mayoría en compañía de Zara.
Por las tardes, a eso de las cuatro,
Emilia llega a la casa, una hora más tarde llega Ernesto y luego, a eso de las
7:00 de la noche, después de cerrar su negocio, es cuando llega Elena que
rápidamente prepara algo de cenar y llama a la familia para reunirse en la mesa
del comedor.
El día de hoy, durante una de las
clases, ha llegado al salón, la directora del liceo, la profesora García, para
comunicarle a Emilia que ha sido considerada por el consejo de profesores para
optar a un reconocimiento especial en el acto de graduación por su alto índice
académico. Esta noticia dada por la
directora, delante de sus compañeros, que sin pensarlo mucho comenzaron a
aplaudir, ha hecho que Emilia se apene de tal forma que, para ocultar el rubor
de su rostro, se lo cubre inocentemente con las manos.
En la noche, durante la cena, mientras
la familia estaba reunida en la mesa, Emilia les da la noticia a sus padres que
muy emocionados y orgullosos por el logro de su hija, se acercan a ella y la
abrazan y besan repetidas veces hasta que ella se ve obligada a pedir que se
detengan.
—Hija, en verdad estoy muy contento por
ti —dice Ernesto.
—Gracias a tu esfuerzo podrás estudiar
en una buena universidad —comenta Elena.
—Gracias, papá... gracias mamá.
—Y ¿Qué has pensado estudiar? —pregunta
Elena.
—Quiero estudiar medicina, quiero ayudar
a las personas —dice enfáticamente Emilia.
—Muy bien, entonces nosotros te
ayudaremos a cumplir tu sueño —expresa Ernesto.
La felicidad de la familia Reyes es muy
grande, Ernesto y Elena han luchado mucho para criar adecuadamente a su única
hija que ha sabido retribuirles todos los sacrificios realizados.
A la mañana siguiente, durante una hora
libre que tenían las chicas, mientras se encontraban en las gradas de la cancha
deportiva del liceo, observaron a una compañera que se estaba besando muy
apasionadamente con un chico que no parecía ser estudiante.
—Miren chicas, es Ángela con su
enamorado —dice Paula.
—¿Se volvió loca? Se está besando con
ese chico dentro del liceo —comenta Zara.
—Yo no sería capaz de hacer algo así
—expresa Emilia.
—Claro, como lo vas a hacer si aún no
tienes novio —replica Paula.
—Tienes razón, pero, aunque lo tuviera,
no sería capaz de hacerlo.
Justo en ese momento, mientras las
chicas observan el espectáculo que ofrece su compañera Ángela, es atrapada por
una de las profesoras que la obliga a acompañarla a la dirección y al chico le
exige que se retire de las instalaciones del liceo.
Las chicas comentan lo ocurrido y
recuerdan que su compañera era muy buena estudiante hasta que conoció a ese
chico y empezó a escaparse de clases para reunirse con él. Primero no entraba a clases y se quedaba en
las canchas, luego se salía del liceo con el chico y no regresaba.
—Ya es la segunda vez que la atrapan en
eso —comenta Paula.
—¿La segunda vez? —pregunta Emilia con
asombro.
—Si, la vez anterior fue hace unos dos
meses atrás —recuerda Paula.
—Si sigue así va a conseguir que la
expulsen —expresa Emilia.
—¿Emilia, tú no te has besado aun con un
chico? —pregunta Paula.
—No, pero no es algo que me preocupe
—responde Emilia— ¿y tú?
—Yo si lo he hecho, con varios —dice
Paula.
—¿Con quienes? —pregunta Zara.
—Con varios de mis amigos del liceo
donde estudiaba anteriormente.
—¿Y también lo hacías en el liceo?
—pregunta Emilia.
—No, ¿estás loca? —replica Paula—, lo
hago en las fiestas de mi casa.
Las chicas continúan comentando lo ocurrido por un rato más, sentadas en las gradas, hasta que suena el timbre avisando que deben regresar a los salones para continuar con sus clases.
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