Enfrentadas - Capítulo 1
CAPÍTULO 1
EL INICIO DE TODO
La vida, no solo es aquella que nos obsequian
nuestras madres al traernos al mundo.
Una vida en realidad es un cúmulo de situaciones dadas en el tiempo que
inicia con el inmenso dolor que padecen nuestras madres al dar a luz y definen
nuestro destino en este mundo.
Por regla general, esa vida que acaba de
iniciar, está estrechamente relacionada con la familia, un grupo de otras vidas
entrelazadas que se mantienen unidas por el vínculo filial de la madre, que
lucha por mantenerlas juntas y guiarlas por el buen camino hasta que cada una
de ellas, sienta que son capaces formar su propia familia.
No siempre las situaciones que conforman la vida de una persona son buenas o están orientadas dentro de los lineamientos que rigen a la familia. En ocasiones, este hecho puede causar grandes roces entre sus miembros, al punto de llegar a quebrantar la unidad. Este es el caso de la familia Castillo. Una pequeña familia de clase media alta, integrada por un padre, una madre y dos hermanas.
Juan Carlos Castillo, un hombre común, como
cualquier otro, estudiado y emprendedor, protector y proveedor de su familia,
entrado en sus 42 años y criado por sus padres bajo los preceptos de la
religión católica. Un hombre muy
centrado, de carácter muy fuerte, pero al mismo tiempo, muy amoroso con su
esposa y sus hijas.
Marina Castillo, una mujer de 40 años, de
origen semejante al de su esposo, también estudiada, pero que, al quedar
embarazada, prefirió dedicarse al cuidado de sus hijas, antes que trabajar y
dejarlas en manos de un extraño.
Laura y Paola, las hermanas Castillo, gozan
del amor de sus padres y habiendo sido criadas por su madre, quien, a
diferencia de su padre, supo inculcarles desde pequeñas, los importantes valores
de una familia, se cuidan y protegen una a la otra.
Existe una historia sobre el origen del
nombre Paola, que todos guardan como una anécdota graciosa en las vidas de
todos. Sucede que el nombre real de
Paola debió haber sido «Paula», pero al momento de ser presentada, la persona
que realizó el registro entendió mal y escribió «Paola». Desconociendo este detalle, la siguieron
llamando Paula, pero llegado el momento de comenzar la escuela, el señor Juan
Carlos y la señora Marina, son alertados por el director de la escuela sobre el
error en el documento de registro. Por
ese motivo tuvieron que empezar a llamarla Paola y olvidarse para siempre del
otro nombre.
A pesar de todo, Juan Carlos, una vez que las
niñas fueron creciendo, creyó que debía enseñar a su hija mayor, la forma en
que debía cuidar de su hermana menor, pero siempre dejándole saber que, sobre
todo, ella merecía su respeto incondicional.
Laura, sin darse cuenta, hacía lo que
aprendió de su padre y a cada momento que podía, se hacía sentir por sobre la
pequeña Paola como su superior.
Debido a esta extraña imposición, Laura fue
desarrollando un carácter muy fuerte que, su madre intentaba controlar, pero la
influencia de su padre sobre ella era tanta que nunca logró hacer que la niña
cambiara su temperamento y dejara de comportarse como un policía con su pequeña
hermana que, a diferencia suya era muy cariñosa y reía por cualquier cosa.
A pesar de todo, Laura y Paola se llevaban
muy bien y siempre andaban juntas y cuando podían también se divertían juntas.
Un día de primavera, cuando Paola tenía
apenas 15 años y se encontraba en el jardín de la casa junto a su hermana
Laura, su padre decidió tomar una fotografía de ellas frente a una gran
enredadera de flores rojas que cubrían parte de la entrada de la casa. Esta fotografía fue de tanto agrado para
Laura que ella misma la mandó colocar en un pequeño portarretratos dorado que
desde entonces mantuvo encima de la cómoda de su habitación, pues consideraba
que esa era la primera vez que veía a su hermana menor posar seria junto a ella
para una fotografía.
En este momento, Laura, es una joven alta y
delgada, de piel blanca y cabellera larga muy negra, con unos bellos ojos
verdes, entrada ya en sus 22 años, estudiante de la carrera de administración y
muy centrada en lo que desea para su futuro.
Por su parte, Paola, la menor de las dos hermanas, con poco más de 18
años, pero tan alta como Laura y de características físicas muy parecidas, con
la diferencia de que su cabello negro es muy voluminoso, además de tener un
rostro muy angelical que le hace parecer mucho menor de lo que en realidad es,
estudia la carrera de enfermería, pues siempre ha sentido cierto apego a ayudar
a los enfermos, sigue siendo muy alegre y cariñosa con todo el que la conoce.
El día de hoy ha sido como cualquier otro
para los muchos jóvenes que integran la comunidad de estudiantes del Instituto
Tecnológico San Andreas. Un instituto
privado en donde se imparten varias carreras técnicas con las que los jóvenes
que las cursan, intentarán incorporarse a la realidad de la vida una vez hayan
terminado. Allí estudian, Laura y
Paola.
Cuando van a ser las 6 de la tarde y ambas
hermanas han terminado sus correspondientes clases del día, se reúnen a la
salida del instituto, para dirigirse juntas, como de costumbre a su casa.
Como siempre, Paola, la menor de las
hermanas, se encuentra acompañada por su mejor amiga y compañera de estudios,
Jimena Santos, una joven morena de estatura media y de orígenes muy humildes,
que se ve obligada a trabajar por las noches para poder costear sus estudios,
con los que aspira poder ayudar a su familia una vez que se gradúe y logre
conseguir un trabajo como enfermera titulada, en alguno de los hospitales o
clínicas de la ciudad.
—¡Paola! —expresa Laura al ver a su hermana acercarse, haciendo que apure el paso—, debemos darnos prisa, quiero estar en la casa antes de que llegue Raúl.
Laura, ya se encuentra culminando sus
estudios y hace algún tiempo atrás cuando realizó una pasantía, conoció a Raúl
Huerta, un joven periodista que, desde el primer momento de conocerla, le hizo
la corte y poco tiempo después formalizaron su relación.
—No hermana, adelántate, yo debo acompañar a
Jimena —responde Paola.
Laura acepta, pero como siempre deja saber a
su hermana, la autoridad que posee.
—Bien, pero no tardes mucho, recuerda que
papá se molesta si no estás en casa para la hora de la cena.
—Claro, no te preocupes.
Laura se despide con un gesto de su mano y
alejándose por la acera, emprende el camino hacia su casa en donde esperará la
llegada de su novio Raúl, con el que mantiene una relación que espera culmine
en un pronto matrimonio.
Por su parte, Paola y Jimena, cruzan la
avenida frente al instituto y caminan con paso firme por algunas cuadras hacia
una esquina de las calles laterales desde donde Paola puede ver un auto de
color gris que se encuentra estacionado a un lado.
—Bien amiga —expresa Paola—. Ya debo irme,
gracias por apoyarme delante de Laura.
—Sabes que somos amigas y que te quiero
mucho, pero debo decirte que no creo que estés haciendo lo correcto —comenta
Jimena.
—No te preocupes, él me prometió que hablaría
con ella y arreglaría las cosas.
—Aunque así sea y lo haga, eso te va a traer
muchos problemas con tu familia.
—No importa, los dos nos amamos y juntos
sabremos responder a cualquier problema que se nos presente —asegura Paola.
Paola se despide de su amiga Jimena con un
pequeño roce de mejillas para luego casi correr hacia el auto en donde la
espera pacientemente un hombre joven, tras el volante, que al verla llegar y
sentarse a su lado la recibe con un apasionado beso en los labios para luego
poner en marcha el auto y juntos alejarse del lugar.
Algo más tarde, cuando ya ha entrado la
noche, Laura, que ha llegado a su casa desde hacía algún rato, se encuentra en
la cocina de su casa junto a su madre, la señora Marina.
—Hija, ¿por qué tu hermana no llegó contigo? —pregunta
la señora Marina.
—Dijo que debía hacer algo con Jimena y se
fueron juntas —responde Laura.
—Últimamente esa muchacha está muy liberal,
esperemos que no llegue tarde esta noche.
—No te preocupes mamá, solo anda con Jimena.
Desde hace algún tiempo, la señora Marina,
como madre, ha venido notando un comportamiento extraño, poco común en Paola y
eso le preocupa, pues ella conoce el carácter de su esposo y no desea que haya
ningún tipo de roce entre ellos.
—¿Vendrá Raúl esta noche a cenar? —pregunta
la señora Marina muy interesada, mientras revisa una de las ollas que mantiene
sobre el fuego de la cocina.
—Si mamá, sabes bien que Raúl no se pierde
nunca tu arroz con pollo.
—Eso es verdad.
La señora Marina sonríe mientras ve a su hija
que, sin pedírselo, revuelve con cuidado el contenido de una gran cacerola en
donde se encuentra contenido el famoso arroz.
—¿No has hablado con Raúl sobre la fecha de
la boda? —pregunta la señora Marina.
—No, no he querido tocar el tema, prefiero
esperar a que el me lo proponga.
—Pero hija, ya llevan juntos más de dos años,
creo que ya es hora de que hables con el del tema y definan una fecha.
—Ya te lo dije mamá, no quiero que se sienta
presionado.
—No quiero insistir en el tema ni hacer que
te molestes, pero tu papá está preocupado por eso. Sabes bien que Raúl no le
gusta mucho a tu papá y el teme que un día se canse de ti y te deje por otra
chica.
—Eso no pasará mamá, Raúl y yo nos amamos y
un día de estos me pedirá que nos casemos.
—Dios te oiga, hija... Dios te oiga.
El teléfono de Laura suena en ese momento e
interrumpe la conversación entre madre e hija.
Laura se limpia las manos rápidamente para tomar la llamada. Se trata de Raúl quien la llama para
notificarle que no podrá ir esa noche a visitarla, excusándose por tener mucho
trabajo. Laura habla con su novio
durante un momento para luego de cortar la llamada dirigirse a su madre.
—Raúl no vendrá esta noche mamá.
—¿Qué le pasó? —pregunta la señora Marina.
—Tiene mucho trabajo y se quedará esta noche
en la oficina para terminarlo.
—Creo que ese pobre muchacho está trabajando
mucho últimamente, se va a enfermar.
—Yo se lo he dicho mamá, pero no me hace
caso, dice que quiere que sus jefes lo consideren para un ascenso.
—Raúl es un buen muchacho, muy trabajador,
será un buen esposo.
—Sí, lo sé, pero no entiendo por qué a mi
papá no le agrada.
—Debes entender a tu papá, el siente celos de
Raúl.
—¿Celos?
—Si... tú y tu hermana, aunque ya estén
grandes, son sus niñas y él quisiera tenerlas siempre a su lado. Él sabe que
algún día un hombre vendrá y se las llevará y eso no le agrada —expresa la
señora Marina.
—Pero él sabe que nosotras lo queremos mucho
y nunca lo vamos a dejar solo.
—Estoy segura que lo sabe, pero para los
padres no es fácil dejar ir a sus hijas.
La conversación madre e hija continúa por un
rato más hasta que se escucha sonar la puerta de la calle y ambas mujeres
guardan silencio para esperar hasta confirmar quien acaba de llegar a la
casa.
Un momento más tarde, entra en la cocina el
señor Juan Carlos.
—¿Cómo están los amores de mi vida?
—Hola papá, como estuvo el día —pregunta
Laura.
—Igual que siempre, hija.
—Anda Laura, pon rápido la mesa —pide la
señora Marina—. Ya puedes sentarte, Juan Carlos que ya voy a servir.
El señor Juan Carlos se dirige a la mesa y
sin esperar a que Laura termine de colocar los servicios, se sienta en una de
las cabeceras.
Un poco más tarde, ya se encuentran todos
disfrutando de la comida cuando Juan Carlos decide preguntar:
—No se suponía que hoy tendríamos la dicha de
verle la cara a tu novio.
—Así era papá, pero llamó hace un rato para
disculparse porque tiene mucho trabajo y deberá quedarse en la oficina esta
noche —se excusa Laura.
—Ya no sé qué pensar de ese pretendiente
tuyo, Laura —expresa el señor Juan Carlos—.
Hace mucho tiempo que no me da la cara, estoy por empezar a pensar mal
de él.
—Pues no deberías, papá… Raúl es un buen
hombre y solo tiene mucho trabajo —comenta Laura.
—Sí, claro —murmura el señor Juan Carlos.
—Ya está bien Juan Carlos, no comiences con
tus cosas y come en paz –exige la señora Marina.
El señor Juan Carlos, siempre expresando su
descontento decide hacer caso y seguir comiendo, pero de repente se da cuenta
que en la mesa no se encuentra toda la familia y vuelve a preguntar:
—Marina, ¿en dónde está Paola?
—Ella no ha llegado aún, salió con su amiga
Jimena a comprar algunas cosas —comenta la señora Marina.
—Le he dicho a esa niña que no quiero que
ande sola por la calle a estas horas de la noche —recuerda el señor Juan
Carlos.
—Pero no anda sola, papá… ella anda con Jimena
–comenta Laura.
—No me importa con quien ande —exclama de
manera impositiva el señor Juan Carlos—. Cuando yo doy una orden espero que se
cumpla sin chistar.
—No te preocupes Juan Carlos, ya debe estar
por llegar —presume la señora Marina.
Todos terminan de mala manera la cena,
producto del disgusto causado por los reclamos del señor Juan Carlos a causa de
la tardanza de Paola.
Luego de la cena, en vista de que Paola no
llegaba y su padre se encontraba muy molesto, Laura intenta contactarla por
teléfono para advertirle, pero Paola no le atiende.
Algún tiempo más tarde, cuando iban a ser las
10:00 de la noche, entra Paola a la casa y de inmediato es recibida por el
señor Juan Carlos que la esperaba en la sala.
—¡Paola! ¿Dónde se encontraba usted? —pregunta
el señor Juan Carlos, levantándose de la silla en donde se encontraba sentado.
—Hola, papá —saluda Paola muy nerviosa y
sorprendida—. Estaba con Jimena en su trabajo y se me hizo tarde.
—No me importa si usted estaba en la iglesia
confesándose con el cura. Yo le he dicho
que no quiero que ande de noche sola en las calles.
—Sí, papá lo sé, pero yo no estaba sola, ya
te dije que estaba con Jimena y no me di cuenta de la hora.
—Mira jovencita, a mí no me importa que usted
ya tenga 18 años, cuando yo le doy una orden usted debe cumplirla y si no le
gusta, ya sabe que puede recoger sus cosas y marcharse de esta casa –expone el
señor Juan Carlos.
—Pero papá, no es para tanto, solo son las
10:00 de la noche —intenta minimizar las cosas Paola.
—Mira, hágame el favor y vaya a su habitación
ahora mismo y de ahora en adelante no quiero que salga de esta casa a menos que
sea para el instituto y regrese de inmediato —exige el señor Juan Carlos,
visiblemente molesto por la situación.
Paola obedece y se dirige a su habitación y
por el camino se consigue con su madre que, había estado escuchando el reclamo
del señor Juan Carlos y como cualquier madre la recibe con un beso en la frente
mientras le dice en voz baja:
—Está bien hija, ve a tu habitación y yo te
llevaré algo de comer en un momento.
Cuando Paola llega a la puerta de su
habitación, Laura que también la esperaba se acerca a ella.
—¿En dónde estabas? A mí no puedes engañarme,
hace tiempo que te has estado escapando y no es con Jimena –expresa Laura.
—Estás equivocada Laura, yo no me escapo,
solo se me hizo tarde y nada más.
—Te estaré vigilando, Paola y si descubro que
andas en malos pasos, te juro que no dudaré en contárselo a papá.
—Puedes hacer lo que tú quieras, pero ya te
dije que no estoy haciendo nada malo.
Los días siguientes, Laura mantuvo una férrea
vigilancia sobre Paola hasta el punto que no la dejaba irse con su amiga Jimena
a menos que ella también fuera.
Para
Paola, todos esos días fueron un gran problema, pues no conseguía la forma de
volver a verse con su enamorado.
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