Enfrentadas - Capítulo 1

lunes, diciembre 04, 2023 0 Comments A+ a-


  

CAPÍTULO 1

 

EL INICIO DE TODO

 

 

La vida, no solo es aquella que nos obsequian nuestras madres al traernos al mundo.  Una vida en realidad es un cúmulo de situaciones dadas en el tiempo que inicia con el inmenso dolor que padecen nuestras madres al dar a luz y definen nuestro destino en este mundo.

 

Por regla general, esa vida que acaba de iniciar, está estrechamente relacionada con la familia, un grupo de otras vidas entrelazadas que se mantienen unidas por el vínculo filial de la madre, que lucha por mantenerlas juntas y guiarlas por el buen camino hasta que cada una de ellas, sienta que son capaces formar su propia familia.

No siempre las situaciones que conforman la vida de una persona son buenas o están orientadas dentro de los lineamientos que rigen a la familia.  En ocasiones, este hecho puede causar grandes roces entre sus miembros, al punto de llegar a quebrantar la unidad.  Este es el caso de la familia Castillo.  Una pequeña familia de clase media alta, integrada por un padre, una madre y dos hermanas.

Juan Carlos Castillo, un hombre común, como cualquier otro, estudiado y emprendedor, protector y proveedor de su familia, entrado en sus 42 años y criado por sus padres bajo los preceptos de la religión católica.  Un hombre muy centrado, de carácter muy fuerte, pero al mismo tiempo, muy amoroso con su esposa y sus hijas.

 

Marina Castillo, una mujer de 40 años, de origen semejante al de su esposo, también estudiada, pero que, al quedar embarazada, prefirió dedicarse al cuidado de sus hijas, antes que trabajar y dejarlas en manos de un extraño.

 

Laura y Paola, las hermanas Castillo, gozan del amor de sus padres y habiendo sido criadas por su madre, quien, a diferencia de su padre, supo inculcarles desde pequeñas, los importantes valores de una familia, se cuidan y protegen una a la otra.

 

Existe una historia sobre el origen del nombre Paola, que todos guardan como una anécdota graciosa en las vidas de todos.  Sucede que el nombre real de Paola debió haber sido «Paula», pero al momento de ser presentada, la persona que realizó el registro entendió mal y escribió «Paola».  Desconociendo este detalle, la siguieron llamando Paula, pero llegado el momento de comenzar la escuela, el señor Juan Carlos y la señora Marina, son alertados por el director de la escuela sobre el error en el documento de registro.  Por ese motivo tuvieron que empezar a llamarla Paola y olvidarse para siempre del otro nombre.

 

A pesar de todo, Juan Carlos, una vez que las niñas fueron creciendo, creyó que debía enseñar a su hija mayor, la forma en que debía cuidar de su hermana menor, pero siempre dejándole saber que, sobre todo, ella merecía su respeto incondicional.

 

Laura, sin darse cuenta, hacía lo que aprendió de su padre y a cada momento que podía, se hacía sentir por sobre la pequeña Paola como su superior.

 

Debido a esta extraña imposición, Laura fue desarrollando un carácter muy fuerte que, su madre intentaba controlar, pero la influencia de su padre sobre ella era tanta que nunca logró hacer que la niña cambiara su temperamento y dejara de comportarse como un policía con su pequeña hermana que, a diferencia suya era muy cariñosa y reía por cualquier cosa.

 

A pesar de todo, Laura y Paola se llevaban muy bien y siempre andaban juntas y cuando podían también se divertían juntas.

 

Un día de primavera, cuando Paola tenía apenas 15 años y se encontraba en el jardín de la casa junto a su hermana Laura, su padre decidió tomar una fotografía de ellas frente a una gran enredadera de flores rojas que cubrían parte de la entrada de la casa.  Esta fotografía fue de tanto agrado para Laura que ella misma la mandó colocar en un pequeño portarretratos dorado que desde entonces mantuvo encima de la cómoda de su habitación, pues consideraba que esa era la primera vez que veía a su hermana menor posar seria junto a ella para una fotografía.

 

En este momento, Laura, es una joven alta y delgada, de piel blanca y cabellera larga muy negra, con unos bellos ojos verdes, entrada ya en sus 22 años, estudiante de la carrera de administración y muy centrada en lo que desea para su futuro.  Por su parte, Paola, la menor de las dos hermanas, con poco más de 18 años, pero tan alta como Laura y de características físicas muy parecidas, con la diferencia de que su cabello negro es muy voluminoso, además de tener un rostro muy angelical que le hace parecer mucho menor de lo que en realidad es, estudia la carrera de enfermería, pues siempre ha sentido cierto apego a ayudar a los enfermos, sigue siendo muy alegre y cariñosa con todo el que la conoce.

 

El día de hoy ha sido como cualquier otro para los muchos jóvenes que integran la comunidad de estudiantes del Instituto Tecnológico San Andreas.  Un instituto privado en donde se imparten varias carreras técnicas con las que los jóvenes que las cursan, intentarán incorporarse a la realidad de la vida una vez hayan terminado.   Allí estudian, Laura y Paola.

 

Cuando van a ser las 6 de la tarde y ambas hermanas han terminado sus correspondientes clases del día, se reúnen a la salida del instituto, para dirigirse juntas, como de costumbre a su casa.

 

Como siempre, Paola, la menor de las hermanas, se encuentra acompañada por su mejor amiga y compañera de estudios, Jimena Santos, una joven morena de estatura media y de orígenes muy humildes, que se ve obligada a trabajar por las noches para poder costear sus estudios, con los que aspira poder ayudar a su familia una vez que se gradúe y logre conseguir un trabajo como enfermera titulada, en alguno de los hospitales o clínicas de la ciudad.

—¡Paola! —expresa Laura al ver a su hermana acercarse, haciendo que apure el paso—, debemos darnos prisa, quiero estar en la casa antes de que llegue Raúl.

Laura, ya se encuentra culminando sus estudios y hace algún tiempo atrás cuando realizó una pasantía, conoció a Raúl Huerta, un joven periodista que, desde el primer momento de conocerla, le hizo la corte y poco tiempo después formalizaron su relación.

 

—No hermana, adelántate, yo debo acompañar a Jimena —responde Paola.

 

Laura acepta, pero como siempre deja saber a su hermana, la autoridad que posee.

 

—Bien, pero no tardes mucho, recuerda que papá se molesta si no estás en casa para la hora de la cena.

—Claro, no te preocupes.

 

Laura se despide con un gesto de su mano y alejándose por la acera, emprende el camino hacia su casa en donde esperará la llegada de su novio Raúl, con el que mantiene una relación que espera culmine en un pronto matrimonio.

Por su parte, Paola y Jimena, cruzan la avenida frente al instituto y caminan con paso firme por algunas cuadras hacia una esquina de las calles laterales desde donde Paola puede ver un auto de color gris que se encuentra estacionado a un lado.

 

—Bien amiga —expresa Paola—. Ya debo irme, gracias por apoyarme delante de Laura.

—Sabes que somos amigas y que te quiero mucho, pero debo decirte que no creo que estés haciendo lo correcto —comenta Jimena.

—No te preocupes, él me prometió que hablaría con ella y arreglaría las cosas.

—Aunque así sea y lo haga, eso te va a traer muchos problemas con tu familia.

—No importa, los dos nos amamos y juntos sabremos responder a cualquier problema que se nos presente —asegura Paola.

 

Paola se despide de su amiga Jimena con un pequeño roce de mejillas para luego casi correr hacia el auto en donde la espera pacientemente un hombre joven, tras el volante, que al verla llegar y sentarse a su lado la recibe con un apasionado beso en los labios para luego poner en marcha el auto y juntos alejarse del lugar.

 

Algo más tarde, cuando ya ha entrado la noche, Laura, que ha llegado a su casa desde hacía algún rato, se encuentra en la cocina de su casa junto a su madre, la señora Marina.

 

—Hija, ¿por qué tu hermana no llegó contigo? —pregunta la señora Marina.

—Dijo que debía hacer algo con Jimena y se fueron juntas —responde Laura.

—Últimamente esa muchacha está muy liberal, esperemos que no llegue tarde esta noche.

—No te preocupes mamá, solo anda con Jimena.

 

Desde hace algún tiempo, la señora Marina, como madre, ha venido notando un comportamiento extraño, poco común en Paola y eso le preocupa, pues ella conoce el carácter de su esposo y no desea que haya ningún tipo de roce entre ellos.

 

—¿Vendrá Raúl esta noche a cenar? —pregunta la señora Marina muy interesada, mientras revisa una de las ollas que mantiene sobre el fuego de la cocina.

—Si mamá, sabes bien que Raúl no se pierde nunca tu arroz con pollo.

—Eso es verdad.

 

La señora Marina sonríe mientras ve a su hija que, sin pedírselo, revuelve con cuidado el contenido de una gran cacerola en donde se encuentra contenido el famoso arroz.

—¿No has hablado con Raúl sobre la fecha de la boda? —pregunta la señora Marina.

—No, no he querido tocar el tema, prefiero esperar a que el me lo proponga.

—Pero hija, ya llevan juntos más de dos años, creo que ya es hora de que hables con el del tema y definan una fecha.

—Ya te lo dije mamá, no quiero que se sienta presionado.

—No quiero insistir en el tema ni hacer que te molestes, pero tu papá está preocupado por eso. Sabes bien que Raúl no le gusta mucho a tu papá y el teme que un día se canse de ti y te deje por otra chica.

—Eso no pasará mamá, Raúl y yo nos amamos y un día de estos me pedirá que nos casemos.

—Dios te oiga, hija... Dios te oiga.

 

El teléfono de Laura suena en ese momento e interrumpe la conversación entre madre e hija.  Laura se limpia las manos rápidamente para tomar la llamada.  Se trata de Raúl quien la llama para notificarle que no podrá ir esa noche a visitarla, excusándose por tener mucho trabajo.  Laura habla con su novio durante un momento para luego de cortar la llamada dirigirse a su madre.

 

—Raúl no vendrá esta noche mamá.

—¿Qué le pasó? —pregunta la señora Marina.

—Tiene mucho trabajo y se quedará esta noche en la oficina para terminarlo.

—Creo que ese pobre muchacho está trabajando mucho últimamente, se va a enfermar.

—Yo se lo he dicho mamá, pero no me hace caso, dice que quiere que sus jefes lo consideren para un ascenso.

—Raúl es un buen muchacho, muy trabajador, será un buen esposo.

—Sí, lo sé, pero no entiendo por qué a mi papá no le agrada.

—Debes entender a tu papá, el siente celos de Raúl.

—¿Celos?

—Si... tú y tu hermana, aunque ya estén grandes, son sus niñas y él quisiera tenerlas siempre a su lado. Él sabe que algún día un hombre vendrá y se las llevará y eso no le agrada —expresa la señora Marina.

—Pero él sabe que nosotras lo queremos mucho y nunca lo vamos a dejar solo.

—Estoy segura que lo sabe, pero para los padres no es fácil dejar ir a sus hijas.

 

La conversación madre e hija continúa por un rato más hasta que se escucha sonar la puerta de la calle y ambas mujeres guardan silencio para esperar hasta confirmar quien acaba de llegar a la casa. 

 

Un momento más tarde, entra en la cocina el señor Juan Carlos.

—¿Cómo están los amores de mi vida?

—Hola papá, como estuvo el día —pregunta Laura.

—Igual que siempre, hija.

—Anda Laura, pon rápido la mesa —pide la señora Marina—. Ya puedes sentarte, Juan Carlos que ya voy a servir.

 

El señor Juan Carlos se dirige a la mesa y sin esperar a que Laura termine de colocar los servicios, se sienta en una de las cabeceras.

 

Un poco más tarde, ya se encuentran todos disfrutando de la comida cuando Juan Carlos decide preguntar:

 

—No se suponía que hoy tendríamos la dicha de verle la cara a tu novio.

—Así era papá, pero llamó hace un rato para disculparse porque tiene mucho trabajo y deberá quedarse en la oficina esta noche —se excusa Laura.

—Ya no sé qué pensar de ese pretendiente tuyo, Laura —expresa el señor Juan Carlos—.  Hace mucho tiempo que no me da la cara, estoy por empezar a pensar mal de él.

—Pues no deberías, papá… Raúl es un buen hombre y solo tiene mucho trabajo —comenta Laura.

—Sí, claro —murmura el señor Juan Carlos.

—Ya está bien Juan Carlos, no comiences con tus cosas y come en paz –exige la señora Marina.

 

El señor Juan Carlos, siempre expresando su descontento decide hacer caso y seguir comiendo, pero de repente se da cuenta que en la mesa no se encuentra toda la familia y vuelve a preguntar:

 

—Marina, ¿en dónde está Paola?

—Ella no ha llegado aún, salió con su amiga Jimena a comprar algunas cosas —comenta la señora Marina.

—Le he dicho a esa niña que no quiero que ande sola por la calle a estas horas de la noche —recuerda el señor Juan Carlos.

—Pero no anda sola, papá… ella anda con Jimena –comenta Laura.

—No me importa con quien ande —exclama de manera impositiva el señor Juan Carlos—. Cuando yo doy una orden espero que se cumpla sin chistar.

—No te preocupes Juan Carlos, ya debe estar por llegar —presume la señora Marina.

 

Todos terminan de mala manera la cena, producto del disgusto causado por los reclamos del señor Juan Carlos a causa de la tardanza de Paola.

 

Luego de la cena, en vista de que Paola no llegaba y su padre se encontraba muy molesto, Laura intenta contactarla por teléfono para advertirle, pero Paola no le atiende.

 

Algún tiempo más tarde, cuando iban a ser las 10:00 de la noche, entra Paola a la casa y de inmediato es recibida por el señor Juan Carlos que la esperaba en la sala.

 

—¡Paola! ¿Dónde se encontraba usted? —pregunta el señor Juan Carlos, levantándose de la silla en donde se encontraba sentado.

—Hola, papá —saluda Paola muy nerviosa y sorprendida—. Estaba con Jimena en su trabajo y se me hizo tarde.

—No me importa si usted estaba en la iglesia confesándose con el cura.  Yo le he dicho que no quiero que ande de noche sola en las calles.

—Sí, papá lo sé, pero yo no estaba sola, ya te dije que estaba con Jimena y no me di cuenta de la hora.

—Mira jovencita, a mí no me importa que usted ya tenga 18 años, cuando yo le doy una orden usted debe cumplirla y si no le gusta, ya sabe que puede recoger sus cosas y marcharse de esta casa –expone el señor Juan Carlos.

—Pero papá, no es para tanto, solo son las 10:00 de la noche —intenta minimizar las cosas Paola.

—Mira, hágame el favor y vaya a su habitación ahora mismo y de ahora en adelante no quiero que salga de esta casa a menos que sea para el instituto y regrese de inmediato —exige el señor Juan Carlos, visiblemente molesto por la situación.

 

Paola obedece y se dirige a su habitación y por el camino se consigue con su madre que, había estado escuchando el reclamo del señor Juan Carlos y como cualquier madre la recibe con un beso en la frente mientras le dice en voz baja:

 

—Está bien hija, ve a tu habitación y yo te llevaré algo de comer en un momento.

 

Cuando Paola llega a la puerta de su habitación, Laura que también la esperaba se acerca a ella.

 

—¿En dónde estabas? A mí no puedes engañarme, hace tiempo que te has estado escapando y no es con Jimena –expresa Laura.

—Estás equivocada Laura, yo no me escapo, solo se me hizo tarde y nada más.

—Te estaré vigilando, Paola y si descubro que andas en malos pasos, te juro que no dudaré en contárselo a papá.

—Puedes hacer lo que tú quieras, pero ya te dije que no estoy haciendo nada malo.

 

Los días siguientes, Laura mantuvo una férrea vigilancia sobre Paola hasta el punto que no la dejaba irse con su amiga Jimena a menos que ella también fuera.

Para Paola, todos esos días fueron un gran problema, pues no conseguía la forma de volver a verse con su enamorado. 


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