Por ella, hasta el infierno - Capítulo 1
CAPÍTULO 1
DE REGRESO A CASA
Afganistán, un país árabe que luego de la
salida de las fuerzas rusas en 1990, fue tomado por un grupo denominado
«Talibán», que en la lengua pastún significa «estudiante» y que está conformado
en su mayoría por combatientes religiosos que siguen los rigurosos y extremos
lineamientos de una interpretación del islán que sus líderes, los antiguos y
originarios Talibanes, les enseñan y les obligan a cumplir.
Los Talibanes, por sus acciones, que han
llegado a sobrepasar las fronteras, han sido catalogados internacionalmente
como grupo paramilitar de tipo terrorista que intenta penetrar por todos los
medios las sociedades musulmanas para lograr obtener el poder en las regiones o
países en donde se establecen. Mientras lo consiguen, toman el control de las
carreteras y fronteras, sometiendo a la población civil a un asedio que les
impide abandonar las regiones para ponerse a resguardo y evitar la represión talibán.
El equipo SEAL del capitán Rossi incursionó
hace 48 horas en un avión transporte del tipo V-22 Osprey, que tiene la
particularidad de poder despegar y aterrizar de manera vertical, así como la de
poder volar a muy baja altura. Esta aeronave despegó de un portaviones norteamericano
que se encuentra navegando en aguas del Mar Arábigo y el Océano Índico.
Hasta ahora todo luce muy normal y tranquilo, la información suministrada por inteligencia parece ser perfecta. El Capitán da la orden de actuar y de inmediato él y su equipo ingresan al lugar en donde en muy poco tiempo el capitán se da cuenta que el sitio no es lo que les habían dicho, no era un restaurante, se trata de un comando talibán, repleto de seguidores de ambos líderes que al verlos ingresar disparan contra ellos de manera desproporcionada, haciendo imposible el avance y quedando en medio de un repentino e inesperado fuego cruzado que mantiene al grupo azul y al grupo rojo sin poder hacer nada.
Ya está todo listo para la extracción, los
dos primeros grupos se encuentran dentro de la aeronave y solo esperan el
tiempo acordado para despegar. El piloto
del V-22 le advierte al capitán que sus órdenes son muy claras y que deben
despegar ahora mismo, pero el capitán no se lo permite, ordenándole que
permanezca en tierra un poco más, para dar chance al resto de su comando a que
llegue.
Unos minutos más tarde aparecen en el horizonte, el resto de sus hombres, acompañados del teniente Richardson a quien uno de ellos ayuda a permanecer de pie. Al llegar todos a la aeronave, esta se pone en marcha y despega rápidamente con destino al portaviones que ha regresado a las aguas del Mar Arábigo.
—Bien hecho teniente, ahora de regreso —comenta
el capitán.
El teniente Richardson pierde el conocimiento
y el capitán Rossi lo nota, uno de sus compañeros le informa la situación:
Rápidamente el capitán revisa al teniente y
observa como la sangre sale de manera abundante desde un orificio en uno de sus
costados. Muy preocupado por lo que
observa toma de un maletín de primeros auxilios, un rollo de gasa y haciendo
con el, un gran apósito, lo coloca en el lugar de la herida para intentar
contener la hemorragia.
Poco tiempo después la aeronave aterriza en la cubierta del portaviones en donde ya los está esperando un avión de transporte del tipo C-130 de la clase Hércules, que los llevará de regreso a la base Naval de Diego García.
La base de Diego García fue autorizada en un inicio como una base de comunicaciones a la que luego de un tiempo llegó la marina para cambiar el estatus de la base y establecerse en ella, con el propósito de preservar la paz y seguridad de la región, enfrentando las amenazas de piratería y terrorismo. Esta base es clave para los Estados Unidos en la región, se utiliza como plataforma de lanzamiento para misiones de la Fuerza Aérea en el Medio Oriente. Actualmente está conformada por una infraestructura de viviendas y otras instalaciones que albergan al personal civil y militar de la base, así como un puerto de aguas profundas y una serie de hangares y áreas técnicas a lo largo de una pista de aeropuerto de más de tres kilómetros de largo en donde precisamente en este momento, el avión que transporta al escuadrón del capitán Rossi ha aterrizado y toma lugar al lado de un centenar de otras aeronaves de guerra estacionadas a un lado de la pista.
El escuadrón del capitán Rossi integrado por doce soldados perfectamente equipados, pertenecientes a la división de tareas especiales del grupo SEAL, descienden por la rampa trasera de la aeronave y se agrupan ordenadamente a un lado. El escuadrón está de regreso de una misión no muy exitosa en Afganistán, donde perdió la vida bajo fuego enemigo, uno de sus miembros; el teniente Paul Richardson. Colocados en posición de firmes a la orden del capitán Rossi, esperan el desembarque del cuerpo de su compañero de armas. De repente se acerca uno de los vehículo de servicio de la base, conducido por un edecán y acompañado del sub teniente de apellido Harlan, el vehículo se detiene de forma inesperada frente al grupo de soldados a los que el sub teniente pregunta:
—¿Capitán Rossi?
—Si, aquí —responde el capitán dejándose ver
desde la rampa de abordaje del avión.
De inmediato el sub teniente baja del auto y
se dirige casi corriendo hasta el capitán Rossi a quien saluda formalmente con
su mano derecha a la altura de la frente para luego entregarle un oficio.
—Capitán, el coronel Fleming lo solicita en
su oficina de inmediato.
—Ahora mismo voy —responde el capitán.
Antes de subir al vehículo que lo espera, el
capitán Rossi se dirige a su escuadrón.
—¡Sargento!, lleve a los hombres a sus
barracas para que descansen y esperen allí mis órdenes.
—¡Si señor! —confirma el sargento.
El capitán aborda el vehículo y toma asiento
en la parte trasera. De inmediato, el
conductor se pone en marcha y toma rumbo hacia los pequeños edificios de
oficinas de la base en donde el mayor Fleming los espera.
Al llegar, el sub teniente conduce al capitán
Rossi a través de la parte interna del edificio, entre las oficinas y pasillos
repletos de oficiales de alto rango y personal de oficina que circulan
rápidamente de un lado al otro. Unos
minutos más tarde han llegado hasta una puerta que después de tocar el sub
teniente abre para de inmediato informar:
—Señor, el capitán Rossi ha llegado como
usted lo pidió.
—Gracias Harlan, puede retirarse —comunica el
coronel Fleming.
—Si señor —responde el sub teniente quien
luego de un saludo formal, sale de la oficina para cerrar la puerta tras él.
—Tome asiento, capitán —pide el coronel
Fleming.
—Gracias señor —dice el capitán Rossi que
procede a tomar asiento frente al escritorio del coronel que prefiere
permanecer de pie.
—Capitán, quiero que sepa que yo también he
sentido mucho la pérdida del teniente Richardson, sé que era un buen elemento
de su escuadrón y que su hoja de servicio era muy prometedora.
—Muchas gracias, señor.
—Ahora, capitán, iré a lo que me preocupa en
este momento.
—Usted dirá señor.
—Mientras estuvo de misión, recibí un
comunicado de la Comandancia General donde me notificaban que su solicitud de
retiro había sido aceptada. ¿Es cierto eso, capitán?
—Si señor, eso es correcto.
—Capitán, ¿Puedo saber cuál es el motivo de
una decisión como esa?
—Señor, creo que ya he servido lo suficiente
a mi país y es hora de que regrese a casa con mi esposa.
—¿En verdad es ese el motivo, capitán?
—Si señor, cuando me enlisté en el ejército,
no tenía ningún tipo de responsabilidades y no me importaba el tiempo que
pasase lejos de mi país o de mí casa, para mí, esta era mi casa y mi familia,
pero ya luego de haberme casado, pensé que podría manejarlo, pero ya no puedo
pasar tanto tiempo lejos de ella, señor.
Ahora tengo una gran responsabilidad con ella. Además, ahora, luego de la pérdida del
teniente Richardson, más que nunca deseo regresar a casa.
—Capitán, usted entiende que yo no puedo
dejar ir a uno de mis mejores elementos sin antes intentar hacer que cambie de
opinión —expresa el mayor.
—Lo sé señor.
—Sabe usted que, aún en contra de mi
voluntad, yo podría sacrificarme y solicitar su transferencia a otra base
militar en donde pueda convivir con su esposa si usted así me lo pidiera.
—Eso habría sido estupendo señor, pero le
hice una promesa a mi esposa y pienso cumplirla, además no soy un soldado de
oficina, señor.
—Capitán, los Estados Unidos han invertido
mucho tiempo y dinero en prepararlo y hacer de usted, lo que es. Usted es un elemento muy costoso y casi
indispensable en el ejército. No puedo permitir que lo deje todo de esa forma.
—Lo siento señor, ya está decidido —insiste
el capitán.
—Bien capitán, siendo así prepare sus cosas,
podrá abandonar esta base el día de mañana a las 0600 horas, en un transporte
que se dirige a la base Rota en España, desde donde podrá tomar otro transporte
que lo lleve de regreso a casa y espero sinceramente que le vaya muy bien en su
vida de civil —expresa el mayor extendiéndole la mano al capitán.
—Gracias mayor, fue un honor haber servido
bajo su mando —comenta el capitán Rossi poniéndose de pie para estrechar con
fuerza la mano del mayor Fleming.
—No lo diga Rossi, el honor ha sido mío al
tenerlo a usted en mi equipo.
—Gracias señor.
El capitán Rossi, haciendo el acostumbrado
saludo con su mano, se retira de la oficina del mayor Fleming.
Un poco más tarde, el capitán Rossi se reúne
con su escuadrón en las barracas para darles la noticia.
—¡Atención! —ordena el sargento Asher al ver
entrar al capitán en la barraca.
—¡Descansen! —responde el capitán.
—Señor, ¿Qué quería el mayor? ¿Acaso nos
asignó otra misión? —pregunta el sargento.
—No sargento, solo quería informarme que mi
solicitud de baja fue aceptada y deberé abandonar la base el día de mañana a
las 0600 horas.
—¡Señor! ¿Cómo que su baja? ¿Acaso usted
piensa abandonarnos? —pregunta uno de los soldados dejando ver la preocupación
que siente.
—Ya es hora de que regrese a casa muchachos,
mi esposa ha sido demasiado considerada conmigo y es tiempo de que se lo
retribuya estando con ella de ahora en adelante —explica el capitán.
—Tiene razón señor, solo los que estamos
casados lo podemos entender —expresa el sargento.
—Pero ahora quien nos comandará? —pregunta el
cabo Baker, otro de los jóvenes soldados del grupo.
—No se preocupe por eso cabo, tan pronto
abandone esta base, a ustedes les será asignado otro oficial para que los
dirija.
—Si señor, eso lo sabemos, pero no será lo
mismo.
—Lo siento muchachos, pero para mí, todo esto
llegó a su final —indica con decisión el capitán Rossi.
Luego de algunos abrazos y una corta
despedida, el capitán Rossi se dirige a la barraca de los oficiales y se
dispone a recoger todas sus pertenencias.
La espera se hace interminable para el capitán Rossi, ya ha oscurecido y hace unos minutos que llamaron a comer, pero los deseos del capitán de regresar a casa son tan grandes que no le permiten alejarse mucho de uno de los hangares al lado de la pista de aterrizaje. Un soldado que presta servicio en el área, al verlo solo, recostado de una de las paredes del Hangar a esa hora, se le acerca y le dice:
—Capitán, debería ir al comedor, su vuelo no
saldrá hasta dentro de dos horas.
—Gracias, ¿crees que tenga tiempo de comer
algo?
—Por supuesto señor, vaya con seguridad,
cualquier cosa yo mismo le avisaré.
El capitán Rossi se levanta y camina hacia la
calle interior para dirigirse hasta las instalaciones del comedor y aprovechar
de comer algo como le recomendó el soldado ya que no probaba bocado desde muy
temprano en la mañana.
Exactamente a las 2200 horas, el capitán
Rossi se encuentra ya dentro de la aeronave junto a un grupo de efectivos que
también se dirigen a la base naval de Rota.
Este tramo de su viaje de regreso se ha hecho
muy aburrido, ya que en esta oportunidad, el capitán viaja solo y acompañado de
muchos cajones de madera y material militar.
Cuando van a ser casi las 10:00 de la noche, el capitán Rossi desembarca del autobús y abandona la terminal para caminar unas cuantas cuadras hacia la zona este de la ciudad en donde se ubica «La Taberna del Mexicano», un bar, propiedad de Jenny López y donde trabaja desde hace mucho su esposa Lucía, una joven y bella mujer de origen colombiano que ingresó al país de manera ilegal y con la que se casó luego de conocerla y entablar una linda relación por algún tiempo, antes de que tuviera que marcharse a Diego García.
La taberna del mexicano es un lugar de esparcimiento, ubicado en el centro de la ciudad de Houston, al que asisten muchos hombres solos para hablar y tomar un rato. El lugar, relativamente amplio, cuenta de una gran barra de madera rústica, flanqueada por una larga fila de sillas altas, frente a la barra se encuentra una gran exhibición de botellas de distintos licores en una repisa de vidrio y espejos. A un lado podemos ver una gran rockola de estilo moderno que llama mucho la atención por su juego de luces de colores mientras deja sonar música ranchera. El resto del lugar está lleno de mesas de madera con sus sillas y en varias partes del piso y las paredes, muchas decoraciones que hacen referencia a la vida, las haciendas y los pueblos del norte de México.
La joven mujer escucha el pedido y al
levantar la mirada observa al hombre que está ante ella del otro lado de la
barra y sin poder contener la emoción que siente, corre por detrás de la barra
para dar un rodeo y poder llegar hasta donde se encuentra aquel hombre que la
espera sonriente.
—¡Bruno! —exclama la joven mientras se lanza
a sus brazos.
—Amor, al fin estoy de regreso —expresa Bruno
mientras besa apasionadamente a Lucía.
—Has regresado.
—Así es. Y ya no pienso volver a dejarte
sola.
—Pero ¿cómo?
—Renuncié a la vida militar, ahora solo
quiero estar contigo.
El amor de esos dos seres es tan grande que
casi ilumina todo el local, haciendo que todos los miren y comenten la escena,
mientras que Jenny, la dueña de la taberna se acerca a ellos.
—Hola Bruno, ¿regresaste? —expresa Jenny.
—Hola Jenny, así es; y no pienso volver a
irme —comenta Bruno.
—Lucía, por qué no aprovechas y te vas con tu
esposo a la casa, estoy segura que querrán estar tranquilos —propone Jenny.
—¿De verdad Jenny? —pregunta Lucía.
—Claro, yo puedo atender sola la taberna,
además falta muy poco para cerrar.
—Muchas gracias Jenny —dice Lucía que tomando
su cartera se aferra al brazo de su esposo para salir juntos del local hacia la
calle y dirigirse en taxi hasta su casa.
El reencuentro entre Bruno y Lucía ha sido
maravilloso. Durante la semana
siguiente, Bruno ha
tratado de recuperar el tiempo perdido y de
ponerse al día con sus amistades; por su parte, Lucía se siente como si
estuviera viviendo la luna de miel que no tuvo cuando se casó con Bruno.
Para dar un final definitivo a la vida
militar, Bruno ha decidido guardar su arma en una caja de madera que posee
desde que murió su madre y que usa como caja fuerte para guardar los más
íntimos recuerdos que posee de ella.
Bruno ha sido fanático de la música desde
niño cuando acudió a la escuela de música del maestro Rigoletto por sugerencia
de su difunta madre y en contra de la voluntad de su padre.
—Bruno, ¿Qué has pensado hacer con tu vida?
—¿A qué te refieres? —responde Bruno.
—Me refiero a si has buscado trabajo, si
estás pensando hacer algo por tu cuenta.
—Por supuesto que he buscado trabajo, pero al
parecer nadie necesita a un exmilitar.
—No es solo eso, amigo... es que la situación
económica está un poco difícil para las empresas —comenta Patch, otro de los
amigos allí reunidos.
—Debo encontrar algo que hacer rápido, no
puedo seguir viviendo del salario de Lucía —expone Bruno.
—¿No has pensado en pedirle ayuda a tu padre?
—pregunta Emma, una buena amiga de la infancia de Bruno y actualmente novia de
Patch.
—No Emma, eso nunca lo haría.
Jenny, la dueña de la taberna que también se
encuentra en el grupo y ha estado escuchando atenta la conversación comenta:
—Bruno, yo podría ofrecerte un trabajo aquí
como personal de seguridad, pero no podría pagarte mucho.
—No Jenny, eres muy amable, pero no quisiera
ser una responsabilidad para ti.
—De ninguna manera, tú sabes que Lucía es
como una hermana para mí.
—Lo sé, pero es mejor no mezclar las cosas
—insiste Bruno.
—En la escuela de nuestro hijo están buscando
un maestro de música —comenta sorpresivamente Alice.
—Es cierto —replica Jareth— yo podría hablar
con la directora para que te conceda una entrevista.
—¿Crees que puedas ayudarme en eso? —pregunta
Bruno.
—Por supuesto, la directora es muy buena
persona y tienen ya mucho tiempo sin maestro de música, estoy seguro que
aceptará gustosa entrevistarte.
—Entonces no se diga más, habla con la
directora y que sea lo que Dios quiera.
—No te preocupes amigo, mañana mismo hablaré
con ella.
A la mañana siguiente, tal como lo prometiera,
Jareth habla con la directora de la escuela y le plantea la posibilidad de que
entreviste a su amigo Bruno para el puesto de maestro de música y ella en vista
de la necesidad, acepta sin problemas.
De inmediato Jareth llama por teléfono a Bruno y le comunica la noticia,
indicándole que debe ir a la escuela esa misma tarde para hablar con la
directora.
—Buenas tardes, ¿puedo ayudarle en algo?
—Buenas, soy Bruno Rossi, vengo por la vacante
para maestro de música.
—Ah si claro, por favor pase adelante y
siéntese, yo soy Kate Anderson, la directora de esta escuela.
—Mucho gusto, es un placer conocerla —comenta
Bruno.
La entrevista, más que tal, se convirtió en
una amena conversación, luego de que Bruno le dijera a la directora que era un
exmilitar y que había estudiado música desde muy joven en varias escuelas
especializadas hasta que se enlistó.
—Muy bien señor Rossi, creo que no encuentro
ninguna objeción, sus documentos están en regla y dada la imperiosa necesidad
que tenemos debo darle la bienvenida a la escuela East Shores Elementary.
—Muchas gracias señora Anderson.
—Por favor, puede llamarme Kate con
confianza.
—Bien Kate, ¿Cuándo debo empezar?
—Por mí, ahora mismo, pero imagino que usted
querrá preparar algún material antes y como hoy es jueves, creo que sería mejor
que empezara el próximo lunes.
—Perfecto Kate, entonces nos veremos el próximo
lunes —concluye Bruno poniéndose de pie para estrechar la mano de la directora
en señal de conformidad antes de abandonar la oficina.
De regreso a su casa, Bruno busca a Lucía en
la habitación que está terminando de arreglase para ir a trabajar.
—¡Lucía, amor!
—¿Qué ocurre Bruno? ¿Por qué vienes tan
excitado? —pregunta Lucía.
—Amor, encontré trabajo, soy el nuevo maestro
de música de la escuela East Shores Elementary.
—¡Que bueno! —expresa Lucía mientras abraza y
besa a su esposo.
—Lo mejor es que si todo marcha bien, no
tendrás que seguir trabajando en la taberna.
—No Bruno, yo no puedo vivir siendo mantenida
por ti, además no puedo dejar sola a Jenny que ha sido tan fiel conmigo.
—Entiendo, pero tampoco es que debas dejar tu
trabajo ahora mismo.
—Lo se amor, pero quiero que entiendas que
Jenny es como mi hermana y fue la única que me acogió cuando llegué a esta
ciudad y desde entonces; si se quiere, ha cuidado de mí.
—Lo sé, y se lo agradezco mucho.
—Bien, ya debo irme al trabajo... ¿irás por
mí en la noche?
—Claro que sí, nos vemos más tarde.
Lucía se despide con un cariñoso beso y sale
de la habitación para tomar sus cosas y dirigirse a la taberna como todos los
días.
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